Cien cuyes


Vejez, muerte y humor posmoderno

El escritor Gustavo Rodríguez asumió en su novela Cien cuyes (2203) un verdadero reto literario: narrar detalladamente el deterioro y la muerte de un grupo de ancianos limeños, de diverso origen social, pero hacerlo de una manera entretenida y divertida para los lectores. Al parecer logró su cometido, porque la novela obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2023, lo que le ha asegurado una gran difusión en todo el mundo de habla hispana. No obstante, literariamente Rodríguez no parece haber superado algunos de los problemas de sus anteriores novelas, que ya llegan a una decena, desde La furia de Aquiles (2001) hasta Treinta kilómetros a la medianoche (2022).
La protagonista de este relato es Eufrasia Vela, una mujer de origen andino, del norte del Perú, quien se gana la vida en Lima cuidando ancianos, a algunos en sus propios domicilios y a otros en un asilo. Por la amistad y el sincero interés que tiene por los ancianos a su cargo, ella acepta ayudar a algunos a cumplir su última voluntad: una muerte digna, en las condiciones que ellos prefieran. Y como una de las frases recurrentes de Eufrasia es “bastan diez cuyes para empezar un negocio”, cada uno de sus amigos le paga simbólicamente, por esos servicios, el costo de diez cuyes, lo que explica el título de la novela.

La narración sigue a Eufrasia en sus desplazamientos de las casas de doña Carmen y de Jack Harrison (ambas en Miraflores) hasta el asilo en el que se encuentran Los Siete Magníficos, un grupo de ancianos liderados por “la Pollo”. Esos desplazamientos, y todo el texto, están profusamente adornados con detalles retóricos: símiles, metáforas y tropos en general que tratan de divertir al lector, aunque en muchos casos resultan un tanto impertinentes. Así, en los primeros párrafos el narrador compara los rieles de un metro elevado con “una larguísima verruga que marca a la ciudad”, la “cicatriz que queda tras una cirugía” y “un ciempiés de concreto”.

Las antiguas preceptivas pretendían que estos recursos, además de embellecer cualquier texto, le otorgaban la calidad de “literario”. Por supuesto, esa es una idea anacrónica; pero Rodríguez –que no viene del mundo de la literatura sino del de las comunicaciones– centra en ella su propuesta narrativa. Eso sí, pone siempre en sus tropos y símiles un detalle de humor “posmoderno”: “pupilas que se dilatan y se contraen como moluscos con esteroides”, “bastaba con acercarse a un arbusto, desenfundar la pichula y volver de inmediato, cual rápido pistolero”, “Eufrasia sintió que un sinnúmero de manos ávidas volvía a exprimir la esponja de su organismo porque las lágrimas volvieron a salírsele sin control” (es decir, abrazaron a Eufrasia y ella comenzó a llorar). Y las citas podrían continuar.

Pero ese afán de entretener y complacer al lector no se limita al lenguaje, también está presente en todos los elementos de la narración. Los personajes están hechos en base a lugares comunes, raciales o sociales (comenzando por la propia protagonista); se apela constantemente a referentes propios de la cultura de masas, especialmente el cine y la música pop (aunque estén un poco fuera de lugar, porque los sucesos son narrados desde el punto de vista de Eufrasia, que supuestamente no maneja esos referentes); y hasta se incluye un largo viaje en taxi por casi toda la costa del Perú, en el que el conductor va explicando detalladamente todos los atractivos “turísticos” que encuentran en el trayecto (finalmente el autor, Rodríguez, tiene que darle a ese taxista un pasado como guía turístico).

En 2006 el Premio Alfaguara le fue otorgado por primera vez a un autor peruano, a Santiago Roncagliolo por su novela Abril rojo. Se trataba de una novela más cinematográfica que literaria: un thriller protagonizado por un policía inepto y torpe, y ambientado en la Semana Santa ayacuchana (uno de nuestros mayores destinos turísticos). Una novela complaciente y superficial, casi en los márgenes de la literatura. En la misma línea está Cien cuyes, que 17 años después ha traído el Premio Alfaguara por segunda vez a nuestro país.

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