Los genios

Puñetazos literarios


¿Qué características tienen en común las grandes novelas de todos los tiempos? La lista puede ser extensa: personajes complejos y bien desarrollados que evolucionan a lo largo de la historia, tramas interesantes y bien estructuradas, un lenguaje distintivo y cuidadosamente elaborado, entre otros aspectos. Sin embargo, ninguno de estos elementos se encuentra en Los genios (2023), la reciente novela de Jaime Bayly (Lima, 1965) que ha recibido elogios por parte de una parte de la crítica y ha tenido un considerable éxito entre los lectores.

Como se sabe, la trama de Los genios se centra en la relación entre los escritores Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, especialmente en la estrecha amistad que desarrollaron en los inicios de sus carreras literarias, cuando ambos vivían en Europa –a finales de los años sesenta del siglo pasado–, trabajando en diversas ocupaciones para sobrevivir. La novela presenta, junto a ellos, a su entorno de entonces: familiares, amigos, colegas del boom literario e incluso personalidades del ámbito cultural. Es conocido que esa relación concluyó con el puñetazo que Vargas Llosa propinó a García Márquez en un evento público, incidente sobre el cual ninguno de ellos ha ofrecido una explicación. Bayly narra la amistad de estos dos premios nobel desde el momento en que se conocieron, utilizando abundantes elipsis y saltos temporales, y logra que toda la trama converja en los eventos que, según su versión, originaron la pelea entre ambos escritores.

No obstante el interés de la historia y la importancia de los personajes, Los genios fracasa como novela principalmente debido a su insistencia en repetir los peores y más degradantes chismes sobre sus protagonistas. En este sentido, se observa un evidente ensañamiento con Mario Vargas Llosa, quien es retratado exclusivamente como una persona insegura, egoísta, vengativa, explosiva y lujuriosa. El Vargas Llosa que se presenta en esta novela está muy lejos de ser un gran escritor o intelectual; más bien parece un personaje salido de una comedia erótica de bajo presupuesto. Algunos episodios –como el del novelista recién circuncidado intentando nadar en el mar, o su fallido intento de seducir a la actriz mexicana Katy Jurado– parecen sacados directamente de una de esas viejas películas protagonizadas por Porcel y Olmedo. Además, Bayly también se muestra extremadamente cruel al retratar a los familiares más cercanos de MVLL: su esposa Patricia, sus padres y especialmente su hijo Álvaro, con quien el propio Bayly mantuvo una estrecha amistad durante muchos años.

La novela adolece de muchos otros defectos, pero el peor de todos es su pobre calidad literaria. Está repleta de lugares comunes, frases grandilocuentes (“apretó el puño como si fuera una granada” dice en la primera página”), repeticiones (lo del puño y la granada lo repite apenas tres páginas después, anglicismos (“no sólo novelas, pero también relatos”) y errores de todo tipo. ¿Cuántas veces se dice que García Márquez “comía de madrugada, revolviendo la basura de los restaurantes caros de París”, cuando era un autor desconocido. A pesar de ello, hay que reconocer que la narración mejora cuando se aparta de sus dos protagonistas y dirige su atención hacia reconocidas personalidades del ámbito cultural de la época, desde el consagrado poeta Pablo Neruda hasta el joven cantautor Joaquín Sabina, pasando por casi todos los integrantes del boom. Estas son, sin lugar a dudas, las mejores páginas de la novela y dan una idea de lo que podría haberse logrado con este material.

En última instancia, Los genios deja la impresión de ser una versión literaria del famoso y enigmático puñetazo que constituye el eje central de esta narración. La novela es una agresión directa y sumamente violenta hacia el ex-amigo Álvaro Vargas Llosa y su padre, el gran escritor que brindó el respaldo crucial a No se lo digas a nadie (1994), la primera novela de Bayly (que, hasta la fecha, ha publicado otras quince). Sin embargo, a diferencia de aquel famoso puñetazo del cual se habla y especula hasta hoy, este golpe literario está destinado a ser olvidado rápidamente, una vez que pase de moda.

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