Viendo tu vida derrumbarse desde una distancia segura

Reírse mientras todo se derrumba

En Viendo tu vida derrumbarse desde una distancia segura (Random House, 2025), Gianni Biffi (Callao, 1977) reúne quince relatos atravesados por el humor, el absurdo y, sobre todo, por la hibridación cultural: la mezcla deliberada de elementos de tradiciones consideradas “altas” con productos de la cultura popular o de masas; lo literario con lo coloquial; lo narrativo con lo pseudocientífico. Se trata de una fórmula arriesgada que, bien ejecutada, puede revitalizar géneros gastados y ofrecer lecturas inesperadas de problemas conocidos; pero que, mal manejada, corre el riesgo de caer en la banalización, la ocurrencia gratuita o el chiste fácil. Entre esos dos polos se mueve el libro de Biffi.

En su extremo más logrado se encuentran aquellos relatos en los que el humor y la retórica posmoderna están claramente al servicio de un tema reconocible. En “Quién va para nazi” ese tema es el antisemitismo y, por extensión, las distintas formas del racismo contemporáneo; en “Papá Hemingway (por quién doblan las sonajas)”, la paternidad y sus mitologías culturales; y en “Clint Eastwood”, el machismo y la fascinación por las armas. En todos ellos abundan las bromas, las teorías disparatadas y las situaciones absurdas, pero ese tono lúdico no anula del todo la reflexión ni los conflictos planteados. Estas virtudes alcanzan su punto más alto en los dos cuentos centrales del libro, dedicados a los problemas de la escritura y la vocación literaria, textos que parecen dialogar de manera directa con la experiencia del propio autor. No es casual que sean estos relatos los que mejor expliquen el título del volumen: desde la distancia del humor y la ironía, asistimos al derrumbe de ciertas ilusiones literarias y de las ficciones que los escritores construyen sobre sí mismos.

El primero de estos cuentos se titula, con acierto, “Autorretrato”. Narra el reencuentro de un escritor frustrado con la novia de su adolescencia. Para no decepcionarla, el protagonista decide “confeccionar un retrato irreal” de sí mismo y presentarse como un autor exitoso, con una carrera consolidada. Sin embargo, mientras construye ese discurso ficticio, una voz interior va enunciando la verdad con una crudeza que desarma cualquier pose: “Mi ambición literaria se ha convertido en un amigo inválido, un paciente que está en cuidados intensivos, enmarañado de tubos, sondas y catéteres urinarios”.

El segundo relato, “La muerte de los sueños literarios”, se mantiene en esa línea. Sebastián, miembro de un grupo de jóvenes escritores, se encuentra con un hombre extraño que afirma ser la encarnación de una deidad peculiar: “Tengo la misión, desde hace siglos, de liberar a los hombres y mujeres de sus sueños literarios”. Parodiando uno de los diálogos más conocidos del cine, el personaje declara con solemnidad: “Yo veo gente muerta… Gente literariamente muerta… En recitales de poesía, en facultades de letras, en clubes de lectura, en talleres literarios, en maestrías de escritura creativa… Ellos solo ven lo que quieren ver. No se han enterado de que están literariamente muertos”. Aquí el humor funciona como una fuerte crítica al ecosistema literario y a sus rituales.

Lamentablemente, en los otros diez cuentos Biffi parece entregarse sin mayor control al libre flujo de ideas y situaciones grotescas. El libro se abre con “Reconciliación nacional”, relato en el que Humberto Grieve y Francisco Yunque, los personajes del célebre cuento vallejiano “Paco Yunque”, se reencuentran ya adultos. Humberto busca disculparse por el bullying de la infancia, pero el intento fracasa: Paco lo mata y Humberto inicia “una nueva vida como poltergeist” para seguir acosándolo. Las apariciones nocturnas del fantasma incluyen frases como: “¿Sabes, Paco? Estaba pensando que quizás deba de (sic) buscar a tu madre y darle un buen polvo astral”, o comentarios sexuales dirigidos a la hija de Paco. El gesto irreverente se desliza hacia una escatología que aporta poco y termina debilitando la propuesta.

Algo similar ocurre en el cuento final, “MC Rapkolnokov”, otra relectura vallejiana en clave contemporánea. El poeta se convierte en un rapero chalaco, MC Ce$ar DaPoet, que se enfrenta en un combate de freestyle al campeón nacional, Doctor Kamikaze. El duelo culmina con estos versos de Ce$ar: “Creo que el Doctor se está poniendo mal / ¡Pronto, alguien que le meta por el culo un diazepam! / Hijo, se dictan cursos con mi nombre en la universidad de Ámsterdam / mientras tu página de fans solo tiene diecisiete seguidores en Instagram”. La sátira vuelve a agotarse en el exceso fácil y la provocación.

Leído en conjunto, Viendo tu vida derrumbarse desde una distancia segura confirma tanto las virtudes como las limitaciones de una poética basada en la irreverencia permanente. En sus mejores páginas, Biffi demuestra que el humor y el absurdo pueden ser herramientas eficaces para abordar diversos temas, en especial los relacionados con la escritura y las imposturas en el campo literario. En sus peores momentos, en cambio, la provocación se agota en sí misma y deja la sensación de bromas estiradas más de la cuenta. Cuando acierta, Biffi ilumina con ironía zonas sensibles de la vida de los escritores; cuando falla, confirma que, pese al ruido y la espectacularidad, no toda demolición resulta interesante ni significativa.

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