El Premio Nobel de Literatura otorgado recientemente a la escritora surcoreana Han Kang (Gwangju, 1970) ha hecho que muchos descubran su obra más reconocida, la novela La vegetariana (Premio Internacional Booker 2016), una interesante reflexión sobre el cuerpo, las relaciones de poder, la violencia y la alienación. La novela cuenta la historia de Yeong-hye, una joven mujer que decide dejar de comer carne, y no por salud sino por una serie de sueños relacionados con la crueldad con que se sacrifica a los animales. Esta decisión es solo el inicio de una serie de cambios cada vez más radicales en la vida de la protagonista, hasta que finalmente parece decidir convertirse en un vegetal. Sí, de alguna manera “La vegetariana” nos presenta una metamorfosis tan radical como la que narró Franz Kafka hace poco más de un siglo. Y también aborda, como el relato kafkiano, algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad actual.
La novela está dividida en tres secciones, cada una contada desde una perspectiva diferente: primero desde el punto de vista del marido de Yeong-hye, luego desde el cuñado, y finalmente desde la hermana mayor, In-hye. Esta estructura fragmentada le brinda al lector varias interpretaciones de la historia y de la propia personalidad de la protagonista, quien a lo largo del libro casi no tiene voz. De hecho, el carácter opaco de Yeong-hye es uno de los aspectos más intrigantes de la novela, y su mutismo progresivo se convierte en un acto radical de resistencia.
Al decidir volverse vegetariana, Yeong-hye desata un conflicto con su familia y su entorno. Su elección, que en un primer momento parece trivial, revela diversas tensiones subyacentes. A medida que avanza la historia, ese rechazo hacia la carne se transforma en un rechazo a las normas sociales (p. e., también decide dejar de usar sostenes) y a cualquier forma de dominación física o psicológica. Su esposo, un hombre común y mediocre, queda consternado ante estas decisiones, que interfieren con la rutina doméstica y con sus expectativas personales; pero el mayor enfrentamiento es el que produce con el propio padre de la protagonista.
La segunda sección de la novela muestra cómo avanza el proceso de transformación. El cuñado, un artista frustrado, se siente atraído por la delgadez extrema y el cambio en la apariencia de Yeong-hye. Es entonces que la invita a participar en una performance artística, para la cual ella debe estar desnuda, solo con flores y ramas dibujadas sobre su cuerpo. Para Yeong-hye, esos dibujos refuerzan su anhelo de despojarse de la condición humana y fusionarse con el mundo vegetal, algo que el cuñado aprovecha para seducirla, dibujando también vegetales sobre su cuerpo. Sin embargo, en este punto Yeong-hye ya está completamente desconectada de su entorno social.
La tercera parte está ambientada en un centro de salud mental en el que está recluida la protagonista, y está contada desde la perspectiva de la hermana mayor. Yeong-hye, en su estado de deterioro mental y físico, comienza a identificarse completamente con los vegetales. Se pierde varias veces en el bosque y, en una de las escenas más poderosas, asume la posición de una planta, inmóvil, como si estuviera enraizada en la tierra. La transformación de Yeong-hye se ha completado: ya no busca simplemente una vida sin violencia ni ataduras sociales, sino que aspira a un estado de quietud y silencio absoluto.
En La vegetariana Han Kang combina una prosa precisa, diversos puntos de vista, y una gran capacidad para crear situaciones dramáticas. La sutileza con la que la autora aborda temas complejos, entrelazando lo físico y lo psicológico, lo real y lo simbólico, está entre los mayores logros de esta muy buena novela.
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