En agosto de 2022, el escritor indo-británico Salman Rushdie (Bombay, 1947) sufrió un intento de asesinato que le dejó graves secuelas: perdió un ojo y el movimiento de una mano. El violento ataque fue perpetrado por un joven armado con un cuchillo, un fanático religioso que buscaba cumplir la fatwa (condena a muerte) emitida contra Rushdie por el Gobierno iraní en 1989, como respuesta a su polémica novela Los versos satánicos. En su reciente libro autobiográfico Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (Random House, 2024), Rushdie narra en detalle esa terrible experiencia, su arduo proceso de recuperación y las profundas consecuencias en su vida y la de sus familiares.
El libro comienza con una narración ultrarrealista del atentado, detallando el anfiteatro de Chautauqua en Nueva York, su desayuno de café y un cruasán, los nombres de sus acompañantes, y cada movimiento del joven agresor, a quien llama “el A.”: “Todavía veo el momento a cámara lenta. Sigo con la mirada al hombre que se destaca de entre el público y corre hacia mí. Veo cada paso de su precipitada carrera. Me veo a mí mismo poniéndome de pie y volviéndome hacia él…”.
Rushdie no se conforma con que Cuchillo sea solo un testimonio de su experiencia traumática; alterna esta narración con otros tipos de textos. En el segundo capítulo nos cuenta la historia de su relación con su actual (y quinta) esposa, la también escritora Eliza Griffiths, quien acompaña y cuida al escritor en todo su largo proceso de recuperación. Parece que la intención del autor es contraponer el odio de 'el A.' con el amor de Eliza y otras personas cercanas. Sin embargo, esas otras historias resultan demasiado triviales y anodinas frente a los sucesos de la trama principal.
A la dualidad estructural (el libro se divide en dos partes, cada una de ellas con cuatro capítulos) se suma una cierta dualidad retórica; la constante alternancia entre la narración y las meditaciones anunciadas en el título del libro. Estas reflexiones son de carácter moral, histórico y cultural, y abarcan los más diversos temas: la libertad de los escritores, el fanatismo religioso o el significado de los cuchillos que aparecen en algunas películas famosas. No obstante, las referencias a menudo resultan excesivas. Por ejemplo, sobre la duración del ataque de “el A.”, de 27 segundos, Rushdie comenta: “En 27 segundos —si uno es de mentalidad religiosa— se puede recitar entero el padrenuestro. O, pasando de la religión, se podría leer en voz alta un soneto de Shakespeare, el que habla de un día de verano, quizá, o bien mi preferido de todos ellos, el número 130: ‘No son soles los ojos de mi amada’. Catorce versos de pentámetros yámbicos, octava y sexteto”.
A pesar de su valor testimonial y la intensidad de algunos pasajes, Cuchillo no se cuenta entre los mejores libros de Rushdie. La integración de la narración y las reflexiones es efectiva solo en pocas páginas. Un ejemplo notable es el capítulo seis, titulado “El A.”, en el que Rushdie imagina una serie de diálogos con su agresor. Aquí, el autor reconstruye la historia del joven estadounidense de origen libanés, explora su rutina diaria y las formas en que fue adoctrinado, aparentemente a través de videos de YouTube. Rushdie investiga cómo este joven llegó a convencerse de que cometer un asesinato, que inevitablemente lo condenaría a pasar el resto de su vida en prisión, le otorgaría sentido a su existencia. A pesar de estos esfuerzos, Cuchillo no siempre logra fusionar el testimonio personal con la reflexión, dejando al lector con la sensación de una obra no completamente realizada.
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