Ni un paso en falso



Basado en historias que giran en torno a crímenes y delincuentes, el film noir o “cine negro” tuvo su apogeo en el Hollywood de los años cuarenta y cincuenta, cuando las películas eran solamente en blanco y negro, y tuvo grandes éxitos como El halcón maltés (1941), Gilda (1946) o Casta de malditos (1955). Pero ¿es posible hacer hoy una película de este género? Acaso esa pregunta estuvo en la mente del director Steven Soderbergh (Atlanta, 1963) al rodar Ni un paso en falso (No sudden move, 2021), película ambientada en la ciudad de Detroit (Estados Unidos), en 1955, y que cuenta la historia de dos delincuentes de poca monta que se ven envueltos en una sangrienta intriga al más alto nivel.
Los protagonistas son el afroamericano Curt (interpretado eficientemente por Don Cheadle) y el italoamericano Ronald (Benicio del Toro). Ellos son reclutados por Doug (un irreconocible Brendan Fraser) para que formen parte del equipo que tomará de rehénes a toda una familia, para conseguir un importante y misterioso documento. Las cosas no salen del todo bien, Doug ordena que se ejecute a los rehenes y a Curt y a Ronald. Pero ambos se salvan, y a partir de ese momento empiezan una riesgosa escalada (llena de emboscadas, traiciones y asesinatos) buscando al jefe de Doug, después al jefe de este y así sucesivamente hasta llegar a un muy alto ejecutivo de la industria automotriz: Mr. Big, interpretado por un avejentado Matt Damon.

La presencia de Damon da pie a una comparación con una de las más exitosas películas de Soderbergh, La gran estafa (Ocean 's Eleven, 2001), en la que también participa Damon, como un joven carterista. Ambas películas cuentan historias de delincuentes tratando de dar el gran golpe de sus vidas; pero mientras en La gran estafa priman el lujo y la luminosidad de los grandes casinos de Las Vegas de hoy, Ni un paso en falso se desarrolla en gran medida en interiores mal iluminados, incluyendo los ocasionales y precarios escondites de los protagonistas.

 Se trata sin lugar a dudas de proyectos fílmicos opuestos y complementarios: la espectacularidad y ligereza de LGE se ha convertido aquí en un peculiar realismo (por eso la aparentemente “mala” iluminación de los interiores, que a veces no deja distinguir bien los rostros de los actores); la alegre fraternidad de los personajes de la LGE se ha transformado aquí en una larga lista de prejuicios racistas y remcores) y hasta las relaciones de pareja (que en LGE dan como resultado un final feliz) aquí están siempre degradadas y acaban en las peores traiciones. Todos son corruptos, y al menor paso en falso acaban siendo víctimas de las personas en las que más confiaban.

Hablamos de un realismo “peculiar” porque hay también muchos elementos que remarcan el carácter ficcional de lo que estamos viendo, desde el uso de lentes “gran angulares” (que deforman bastante los extremos del encuadre), la caricaturización de algunos personajes o los excesivos giros de la trama. Más que una profundización en las emociones y la psicología de los protagonistas (como solía hacer el film noir), lo que vemos es un retrato social con énfasis en problemas como el racismo, la corrupción y el excesivo poder de las grandes empresas. No, no es posible hacer hoy un film noir como los de hace 70 años, pero Soderbergh demuestra con Ni un paso en falso, que rescatando algunas de las propuestas de este viejo género todavía se puede hacer películas interesantes.

Ni un paso en falso se puede ver en HBO Max.

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