La noche sin ventanas
Antes de hacerse conocido como periodista de televisión, Raúl Tola (Lima, 1975) debutó literariamente con la novela Noche de cuervos (1999), que sirvió de base a la película Bala perdida (2001). A ese libro le seguirían Heridas privadas (2002) y Toque de queda (2008) conjuntos de relatos en los que primaba el minimalismo y la fragmentación. La narrativa de Tola tendría un giro radical con Flores amarillas (2013), una novela de largo aliento y escrita siguiendo el modelo de los libros de Mario Vargas Llosa. En esa misma línea está La noche sin ventanas (Alfaguara, 2017) la más reciente novela de Tola que cuenta, en paralelo, la historia de dos peruanos que vivieron en la propia Europa, y de maneras muy diferentes, la Segunda Guerra Mundial.
Ambos personajes están basados en personas reales y bastante conocidas. El primero es el escritor y diplomático Francisco García Calderón, uno de los más importantes integrantes de la llamada “generación del novecientos”. Aquí se cuenta casi toda su vida, empezando con los episodios relacionados con su paso como diplomático por la Alemania de Hitler (aquí nombrado siempre “El Dictador del Bigotito Ridículo”) y su formación intelectual en el Perú, pero centrándose en su desempeño como embajador en la Francia ocupada por los nazis. El segundo personaje es Madeleine Truel, peruana que por problemas familiares emigró a París también durante la ocupación nazi. Pero ella se convierte pronto en una activista opositora, por lo que es perseguida, capturada, torturada y encerrada en un campo de concentración, donde vivirá las más terribles experiencias.
Tola cuenta estas dos historias (que tiene un par de puntos de contacto) de manera paralela y alternada, siguiendo el modelo de las novelas de Vargas Llosa, la más próxima en este caso es El paraíso en la otra esquina (2003). A esto le añade una especial interés en describir y explicar todo, que remite más bien al realismo del siglo XIX, y que le permite mostrar su minucioso trabajo de investigación y documentación, aunque ello no lo libre de algunas caídas menores (anacronismos y datos errados). Lamentamos sí que la reconstrucción de época no incluya al lenguaje, algo que la novela histórica no debería descuidar. En líneas generales, la selección y el orden de los numerosos sucesos narrados (que abarcan más de medio siglo de la historia del Perú y de Europa) le brinda dinamismo e interés al relato, especialmente en su segunda mitad.
Hay mucho que decir sobre esta amplia y ambiciosa novela (más de 400 páginas). Si bien parece evidente la oposición entre los dos protagonistas —Francisco perteneciente al mundo de las letras y las ideas, Madeleine al de la acción y los afectos—, es algo que no llega a desarrollarse plenamente. Tampoco convencen del todo la presentación del ideario “novecentista” (José de la Riva Agüero, aquí “José El Chupacirios” es también un personaje importante de esta ficción), ni de las relaciones entre ellos ni con los intelectuales de “izquierda”, como Mariátegui y Vallejo. En general Tola demuestra en La noche sin ventanas mucho oficio para reconstruir y narrar historias reales, aunque descuide un poco los aspectos temáticos y simbólicos, imprescindibles en toda obra literaria.
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