El escritor estadounidense William Faulkner (1897-1962), Premio Nobel de Literatura en 1950, inició su ciclo creativo más relevante con Sartoris (1929), primera entrega de una serie de narraciones ambientadas en el ficticio condado de Yoknapatawpha. A esa obra siguieron El sonido y la furia (1929), Mientras agonizo (1930), Luz de agosto (1932) y ¡Absalón, Absalón! (1936). En medio de ese conjunto, Faulkner publicó Pilón (1935), historia de un grupo de aviadores acrobáticos, una de sus novelas menos difundidas a pesar de contar con versión cinematográfica: The Tarnished Angels (1957), dirigida por Douglas Sirk. Basada en correcciones del manuscrito original, se publkicó hace poco una nueva traducción al castellano de este título poco frecuentado.
La aviación fue una pasión constante en Faulkner. En su juventud intentó ingresar a la Fuerza Aérea de su país —fue rechazado por su baja estatura— y más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, buscó hacerlo en las Fuerzas Aéreas Británicas de Canadá. Lejos del heroísmo militar, los protagonistas de Pilón son el piloto Roger Schuman, su esposa Laverne, el paracaidista Jack (amante de ella) y el mecánico Jiggs. Los cuatro conviven y trabajan juntos, recorriendo distintas ciudades para presentar espectáculos y participar en competencias. Al llegar a New Values (trasunto de Nueva Orleans), conocen a un periodista —el innominado narrador del relato— que decide acogerlos y protegerlos.
Dos rasgos suelen asociarse a la obra de Faulkner: la experimentación formal y técnica (MVLL señala que si un relato lineal es un cubo, su narrativa resulta “la escultura más barroca y astuta”), y el retrato de los campesinos del Deep South, marginados de la modernidad. En Pilón ambas vertientes son dejadas a un lado deliberadamente, como confiesa el propio autor. De ahí la singularidad del libro y su interés: permite comprobar que los grandes escritores no se reducen a un par de temas o recursos.
El relato está dominado por una visión trágica y pesimista. Los personajes parecen existir solo en el presente: el dinero que obtienen en cada función apenas alcanza para reparar los aviones, comer y trasladarse al siguiente destino. Son conscientes además de que no podrán sostenerse por mucho tiempo, pues aeronaves más modernas y pilotos más jóvenes los reemplazarán. En ese marco, cada gesto adquiere una dimensión mítica: el primer salto en paracaídas de Laverne, el destino del niño, etc. Los integrantes del grupo terminan convertidos en arquetipos: Laverne, única mujer y centro de la comunidad; y el periodista, testigo y encargado de dejar constancia de esta extraña familia.
La crítica ha descrito Pilón como una versión novelística de La tierra baldía. El vínculo con Eliot lo establece el propio Faulkner mediante alusiones intertextuales, como al titular un capítulo “Canción de amor de J. A. Prufrock”, célebre poema del autor inglés. En todo caso, resulta evidente que las descripciones —densas y adjetivadas— buscan, como buena parte de la poesía de Eliot, denunciar la deshumanización de la sociedad contemporánea. Los aviadores aparecen como “criaturas mecánicas y no de sangre, carne y hueso”, y uno de ellos es descrito como “un espantapájaros al que la intemperie hubiera privado paulatinamente de la tierra que lo mantenía en pie”.
Intensa y cargada de simbolismo, Pilón no es la mejor ni la más representativa de las novelas de Faulkner, pero sí una lectura imprescindible para quienes siguen de cerca a este autor.
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