El cuento que da título al libro nos presenta a Fernando, un
hombre de unos setenta años (narrador y posiblemente alter ego del autor), de
clase alta y gustos refinados, algo evidente desde las primeras líneas. Debido
a los huaicos de 2023, Fernando se queda encerrado en su casa de playa en un
balneario limeño. Fernando lo toma con calma, pero no así una mujer en la casa
vecina, a quien escucha gritar y llorar. El encuentro de estos dos personajes solitarios,
con actitudes tan distintas ante la
adversidad, se convierte en el eje del relato. Fernando y su vecina, que es
unos diez años menor que él, terminan bailando el bolero "Sabor a
mí". "¿Evocaba [ella] los tiempos en que era una chiquilla de quince
años flotando en los brazos de un chico encantador que la había invitado a su
fiesta de promoción?". Al finalizar la canción, ella se despide
abruptamente y se aleja, "mirando con detenimiento la correntada de lodo
que pasaba por el malecón, como si antes no la hubiera visto, o como si acaso
la viera de otra manera".
Se trata de un buen cuento, narrado con la pulcritud y
eficacia que caracteriza a los mejores relatos de Ampuero, y que además tiene
la siempre necesaria dimensión reflexiva. Aquí volvemos al universo de
personajes limeños de clase alta, exitosos y obsesionados con la belleza: los
"bichos raros" tan recurrentes en su narrativa. No obstante, esta vez
el protagonista no se encuentra con una joven hermosa (una "puta
linda", en términos ampuerianos), sino con alguien semejante a él, lo que
inevitablemente lleva al tema del paso del tiempo y la vejez, tratados con bastante ironía.
Otro relato en el que encontramos esa evolución positiva es “Los
amores canallas”, un cuento policial en toda la regla. Un empresario limeño sospecha
que su esposa y su socio no solo son amantes, sino que además le están robando
dinero de su negocio. Para comprobarlo contrata a Miguel, un viejo compañero
–ambos habían trabajado como periodistas de investigación: “aprendimos de la
miseria humana…. nos sumergimos en la mugre de la sociedad peruana”– quien con
el tiempo se había convertido en un reconocido detective privado. Las historias
de estos dos personajes se cuentan en paralelo, y desembocan finalmente en una
turbadora solution mix para el
problema del empresario, que consigue mantener la unidad familiar, evitar
los escándalos y acabar con los robos. Un muy duro cuestionamiento a las
prioridades y la moral de ese sector de la sociedad peruana.
Los otros tres cuentos no alcanzan el nivel de los ya
mencionados. “Pecados de familia”, el más extenso, es la historia de otro
empresario, quien tiene una breve aventura extramatrimonial, y un hijo como
fruto de ella. Décadas después, padre e hijo se enfrentan por cuestiones de
patrimonio y derechos, pero este conflicto resulta distante y hasta frívolo
para los lectores. Algo parecido sucede con “El despertar de Lena“, sobre un
triángulo amoroso. Por último, “Las lágrimas se secan solas” es una historia de
dos hermanas peculiares, que remiten a los hermanos de otro cuento de Ampuero,
“Cuarto del oeste” (1996), mucho más logrado.
El libro cierra con “Noches de bohemia en Lima”, una crónica
nostálgica y llena de detalles, anécdotas y personajes de la vida nocturna en el centro
de Lima a inicio de los años setenta. Aquí Ampuero demuestra aquí su reconocido
talento como cronista, presentando desde músicos y bailarinas de cabarets hasta
cinéfilos, artistas y escritores “locos”: Martín Adán, Enrique Verástegui o Guillermo
Chirinos. “Los bares y los cafés. A diferencia de una universidad, prometían un
circuito paralelo donde se hablaba de ¡libros imprescindibles!, que, si no
habías leído, merecías el desprecio”. Sin duda, una Lima que se fue hace mucho
tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario