Las coplas cajamarquinas


Siempre es un gusto encontrar libros escritos por nuestros amigos, especialmente si se trata de aquellos con los que compartimos aulas universitarias. Es el caso de Las coplas cajamarquinas. Cantos de carnaval del norte del Perú (2017) de Eugenia Quiroz, publicado por la Dirección de Investigación de la Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas. Con Eugenia Quiroz formamos parte de una promoción (entonces se decía “base”) de estudiantes sanmarquinos de Literatura que también integraron la poeta Roxana Crisólogo, el cineasta Joel Calero y el periodista cultural Carlos Batalla, entre otros. Ahí, bajo la tutela de profesores como Manuel Larrú y Gonzalo Espino, Quiroz inició sus investigaciones sobre literatura oral, a las que dedicó buena parte de sus trabajos académicos —incluida su tesis de licenciatura—, investigaciones que ahora llegan a los lectores en este libro.

Las coplas objeto de este estudio son poemas breves compuestos para ser cantados en las celebraciones populares de los carnavales cajamarquinos. Como señala el poeta Marco Martos en el prólogo del libro, “se trata de cuartetas bien rimadas en octosílabos y que tienen como característica común el humor y la picardía”. Además son una valiosa muestra de la creatividad verbal, popular y anónima; y muchas de ellas se repiten año tras año, con o sin modificaciones, integrándose así a la tradición oral de la región. Quiroz encuentra hasta cinco temas recurrentes en estas coplas: la comparación entre los viejos y los nuevos tiempos, el erotismo, las relaciones de parentesco, el amor y los roles de género. Esta clasificación temática sirve también para estructurar la amplia recopilación de coplas (alrededor de 300) que nos brinda el libro.

Quiroz además reflexiona acerca del contexto histórico y social de las coplas. En primer lugar recuerda que este tipo de poesía llegó al Perú con los conquistadores, pues es una forma estrófica que está muy presente en la literatura popular hispana, incluso en las crónicas escritas por los conquistadores. Aquí en el Perú, las coplas se fundieron con la antigua tradición de cantos eróticos festivos, el mishakun, aunque la autora reconoce que “la poesía andina y su forma musical en la sierra norte, al igual que otras manifestaciones culturales de esta región, están aún poco estudiadas”. Por otra parte, se recuerda que “estas composiciones poéticas se crean y se cantan en un contexto festivo (el carnaval) en el que es posible, a nivel de los textos, la transgresión del orden social, mediante un cambio de significado de los personajes y situaciones cotidianas”. Además esta fiesta coincide con el tiempo de propiciamiento de la fecundidad, “lo cual alcanza no solo a lo agrario o lo económico, sino también a lo cultural y humano”.

Dado el estrecho vínculo entre estas coplas y la música que las suele acompañar, Quiroz ha incluido una sección de partituras, elaboradas por el músico Javier Molina Salcedo, en algunos casos transcripciones de melodías que la propia autora (nacida en Cajamarca) recordaba de su infancia. En suma, Las coplas cajamarquinas es una completa introducción a una parcela poco estudiada de nuestra literatura; como señala Marco Martos, “un libro que contribuye a mantener y acrecentar una vigorosa y centenaria tradición”.

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