El fuego de las multitudes
Licenciado en Literatura por la PUCP, Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) hizo un auspicioso debut literario con el libro El inventario de las naves (2005) un sólido libro de cuentos fantásticos ambientados en una Lima apocalíptica, que obtuvo el Premio Nacional de la Pontificia Universidad Católica y que después ha sido reeditado varias veces en el Perú y el extranjero. Posteriormente Iparraguirre viajó a Nueva York, ciudad en la que actualmente vive, para hacer una maestría y un doctorado en Literaturas Hispánicas. Desde allá nos envía su esperado segundo libro, El fuego de las multitudes (Planeta, 2016), con el que continúa explorando las posibilidades del relato fantástico.
Tres cuentos y una novela corta (que ocupa la mitad del libro) conforman este conjunto de relatos. Los dos primeros de ellos son los más apegados a la tradición del cuento de inicios del siglo XIX; “Albedo”, por ejemplo, remite a los relatos de travesías a los confines del mundo, como algunos de Edgar Allan Poe: un capitán de la Marina que, ante la muerte de su esposa, decide emprender una misión a la Antártida. En “No es fábula” se cuenta una serie de suicidios de alumnos de un curso universitario de Poesía. En ambos casos se trata de personajes cuya obsesión los lleva hasta la locura y la muerte. No deja de ser curioso que un libro cuyo título contiene las palabras fuego y multitud, comience con un cuento cuyo desenlace tiene al solitario protagonista desapareciendo en el hielo polar.
El proceso seguido por los protagonistas de estos relatos acaso sea más evidente en “Demonio atómico”, que el propio autor ha resumido así: “un físico con una enfermedad terminal, que reflexiona sobre sus problemas mientras baila salsa en un garito del centro de una ciudad que se parece mucho a Lima”. Y la mujer con la que baila tiene el nombre de “la Boricua de la Muerte”. Se trata entonces de personajes que enfrentan sus problemas (la soledad, la muerte) a través de la racionalidad y la erudición (literaria o física), aunque solo encuentren soluciones simbólicas. El autor narra estas historias con solvencia, tanto en los aspectos netamente narrativos como en lo correspondiente a las materias abordadas. En esto último reluce además la forma irónica en que critica las propuestas, teorías y hasta la retórica propia de cada especialidad.
Iparraguirre intentó conjugar todos estos elementos en “Punto ciego”, el relato más extenso, una historia casi de ciencia ficción y ambientada en un futuro cercano, en el que los estados se han desintegrado y el poder político mundial lo ejercen tres entidades: las ONG, los ambientalistas y los fabricantes de medicinas. A la cabeza de las ONG está la protagonista, una antropóloga peruana especialista en Comisiones de la Verdad. Pero en este caso el universo ficcional no llega a desarrollarse (no obstante la extensión del relato) pues el autor parece más interesado en hacer una revisión “crítica” de la labor profesional de la protagonista. A pesar de ello, “Punto ciego” resulta un interesante intento de salir del solipsismo de los tres primeros relatos y actualizar, de alguna manera, la propuesta de El inventario de las naves. En conjunto, los cuentos de El fuego de las multitudes confirman la calidad de la narrativa de Iparraguirre y su especial dominio del cuento fantástico.
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