La nave de los pícaros
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Poesía
Fernando Rodríguez Mansilla. La nave de los pícaros. Investigaciones sobre la novela picaresca (UCSS, 2005)
Suele relacionarse el nacimiento de la novela moderna con el surgimiento de la burguesía como una nueva y vigorosa clase social en la segunda mitad del siglo XVI. De esa época es la llamada novela picaresca, uno de los subgéneros más antiguos y cuyos mejores exponentes aparecieron casi al mismo tiempo que el Quijote de Cervantes, novela fundacional por excelencia. En La nave de los pícaros. Investigaciones sobre la novela picaresca (UCSS, 2005) el profesor universitario y crítico Fernando Rodríguez Mansilla (Lima, 1979) hace un completo análisis de las principales novelas picarescas y su influencia en la narrativa de Cervantes.
Desde El Lazarillo de Tormes (1554) las rigurosas convenciones de la picaresca se mantuvieron constantes. Se trata de relatos autobiográficos en los que los protagonistas, de origen social muy bajo, cuentan sus divertidas peripecias al tratar de hacerse de una cierta posición “honorable”. Además, los relatos están dirigidos a personajes notables, de los que el pícaro espera algún favor o reconocimiento. Estas convenciones, sus presupuestos y variantes, son estudiadas por Rodríguez tanto en El Lazarillo como en Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, La vida del Buscón de Francisco de Quevedo y La pícara Justina de Francisco López de Úbeda.
Apoyándose en la extensa bibliografía sobre el tema, desde los ya clásicos estudios de Lázaro Carreter y Raimundo Lida hasta los más diversos aportes ensayísticos y teóricos (Barthes, Genette, Ong y otros) Rodríguez llega a considerar a la novela picaresca como Un género problemático, en el que es difícil distinguir entre las afirmaciones del narrador y sus comentarios irónicos, entre los valores que preconiza y las aventuras inmorales que protagonizó. Es decir, entre el “pícaro-escritor” y el “pícaro-personaje”. Contradicciones que se pueden resumir en el hecho de que el pícaro es un outsider social que pretende dejar de serlo a través de su narración.
El eje principal del estudio es la relación entre el “narrador” (el pícaro) y el “narratario”, la autoridad a la que se dirige. El capítulo El pícaro y su señor le permite a Rodríguez seguir la evolución del género: El Lazarillo y Guzmán... serían los textos canónicos, escritos por autores que, como sus personajes, intentaban integrarse a la vida cortesana. El Buscón es más bien un texto epigonal, pues Quevedo -quien nunca admitió ser el autor- asume el género solamente para demostrar su ingenio y creatividad literaria. López de Úbeda lleva esta tendencia al extremo de hacer de su protagonista uno de los personajes más bajos en la escala social: una mujer vieja, pobre y enferma del “mal francés”.
Sin duda el capítulo más llamativo es Cervantes y la picaresca, en el que Rodríguez demuestra que el Quijote está más relacionado con esta narrativa, entonces en su apogeo, que con las novelas de caballería ya superadas y pasadas de moda: “Don Quijote y Don Pablos son individuos fracasados por imitar a sus modelos y víctimas de la locura de índole novelesca”. Más directa es la relación con las Novelas ejemplares (1613) de Cervantes, entre las que incluso hay relatos picarescos como Rinconete y Cortadillo, que permiten apreciar los recursos (el uso de dos protagonista en lugar de uno, p. e.) con los que logra superar las limitaciones del género.
Algunos rasgos de la picaresca reaparecieron en la narrativa del siglo XX, especialmente a partir de la renovación formal y el uso de los monólogos y puntos de vista particulares. Por eso aquí se puede unir a los datos históricos y las lecturas culturalistas, los aportes teóricos de la narratología y los análisis estructurales del relato. La nave de los pícaros es, en suma, un muy buen libro de ensayos literarios y un auspicioso debut para su autor, Fernando Rodríguez Mansilla, joven egresado de la Universidad Católica de Lima quien actualmente cursa el doctorado de Literatura Hispánica en la Universidad de Navarra.
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