Cayendo en la tentación
En su más reciente novela, Y líbranos del mal (Barral, 2021), Santiago Roncagliolo aborda (aunque "en clave", cambiando los nombres) el polémico tema del Sodalicio de Vida Cristiana, la comunidad peruana perteneciente a la Iglesia Católica, cuestionada porque en ella se habrían realizado abusos psicológicos, físicos y sexuales a sus jóvenes integrantes. Como se sabe, el Sodalicio fue fundado en 1971 por Luis Fernando Figari, y es una comunidad de jóvenes que viven de una manera muy disciplinada –“mitad monjes, mitad soldados”– y bajo la atenta guía de líderes mayores de edad, entre ellos algunos sacerdotes.Sebastián Verástegui es el ex miembro de esa comunidad cuya experiencia se cuenta en esta novela. Al inicio del relato lo vemos muchos años después de eso, radicado en Estados Unidos, con su esposa y su hijo Jimmy. Y es precisamente Jimmy el personaje narrador, quien –a partir de una visita a Lima para cuidar a su abuela paterna– irá descubriendo, poco a poco, todo el misterioso pasado de su padre, desde su violenta adolescencia hasta su paso por esa comunidad católica, en la que llegó a asumir cargos importantes.
Entre las personas que en Lima le brindan información a Jimmy están el padre Gaspar, profesor de Sebastián en el colegio Reina del Mundo y amigo de Gabriel Furiase, el fundador de la cuestionada comunidad. También Tony, quien fue vecino y compañero de las delincuenciales andanzas adolescentes de Sebastián; el psicólogo Luis Carlos Maeso, a quien Sebastián introdujo en la comunidad (y con quien mantuvo un complejo vínculo sentimental); y Marisa Vega, amiga y compañera de jornadas de caridad y religiosidad.
Así, con relatos fragmentarios y bastante irregulares, Roncagliolo construye la historia de Sebastián. Resultan especialmente interesantes las páginas dedicadas a las relaciones entre Gaspar y Furiase, entre Sebastián y Maeso, y en general sobre los entretelones de la comunidad. En el extremo opuesto está todo lo relacionado con Jimmy, un adolescente demasiado ingenuo y superficial para las dramáticas situaciones que nos tiene que presentar.
Y líbranos del mal pudo haber desarrollado interesantes exploraciones sobre la forma en que esos jóvenes fueron sometidos a experiencias extremas en cuanto a su fe, a su sexualidad, a su obediencia y sus relaciones familiares. Pero el autor ha caído en la tentación de usar un narrador "ingenuo": Jimmy, un adolescente que no ha vivido y que casi no entiende el dramatismo de las historias que le cuentan. De esta manera Roncagliolo evita las profundidades y complejidades psicológicas de Sebastián o cualquier otro de los personajes que pudo haber escogido como "narrador".
Lamentablemente el empleo de protagonistas "ingenuos" es una constante en la narrativa de Roncagliolo. Basta recordar a Félix Chacaltana, un tonto de capirote, el protagonista de las novelas Abril rojo (2006) y La pena máxima (2014), ambas también sobre temas serios y polémicos. Y como en esas novelas, en Y líbranos del mal se ha dado prioridad a los giros y las sorpresas de una trama más propia de un thriller de televisión que de una novela con pretensiones literarias.
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