Aspavientos

Aspavientos: lo absurdo cotidiano


Profesor universitario, músico y ensayista, Alejandro Susti (Lima, 1959) es también autor de una ya extensa obra literaria que se inició en la poesía —cinco poemarios, desde Corte de amarras (2001) hasta El río imaginado (2012, Copé de Plata)—, pero que en los últimos años parece haber dado un giro hacia la prosa. Así, en el 2014 publicó Staccatos, un conjunto de textos breves en los que el autor rememoraba diversos momentos de su infancia y adolescencia. Ahora Susti no entrega una obra narrativa mucho más ambiciosa: Aspavientos (Borrador Editores, 2016), tres volúmenes de cuentos y relatos en los que prima la brevedad, el humor y la tendencia a lo fantástico.

Como en Staccatos, el origen de cada uno de estos textos parece ser una experiencia personal del autor. La diferencia es que en Aspavientos estas experiencias han sido desarrolladas literariamente para poner en evidencia lo absurdo que subyace en ellas. Dada la cantidad de textos, Susti ha optado por dividirlos temáticamente en tres grupos, correspondientes a cada uno de los pequeños “tomos” de este libro. En el primero están los relacionados con las “instituciones” (burocráticas, judiciales, religiosas, etc.) y la vida urbana. En “Historia de un sello” y “Un empujoncito”, por ejemplo, se describe con mucha ironía y humor negro, y en tono más bien de parábola, y con una prosa bien trabajada, la lentitud e inutilidad de nuestros procesos judiciales. “[Susti] se ha asomado a lo horroroso y ha decidido hacernos creer que lo que ha visto es en realidad otra cosa, sabiendo bien que el lector elegante entrará al juego”, afirma el escritor Enrique Prochazka en el prólogo de este primer tomo.

El epígrafe de Julio Cortázar que abre el libro, así como los textos “Precisiones para cantar el himno nacional” o “Instrucciones para ser un exitoso novelista” ubican literariamente este primer tomo de Aspavientos en el universo cortazariano de Historia de cronopios y famas (1962) y Un tal Lucas (1979). Pero en el segundo tomo, que se inicia con epígrafes de Augusto Monterroso y Macedonio Fernández, hay un mayor énfasis en lo ficcional y fantástico. Así, en “Una mañana cualquiera”, un hombre que inicia su rutina diaria es absorbido por un inodoro; mientras que en “La última palabra” un joven estudiante se impone a sí mismo el más riguroso “voto de silencio”, con lo que va perdiendo a sus amigos, recuerdos y, por último, la razón.

El tercer y último tomo está dedicado al tema del amor y las relaciones de pareja. Son textos que de alguna manera combinan los apuntes críticos del primer tomo (como en “La mujer robada”, “Lirios” y “partición de las aguas”) con textos más narrativos (“Laberinto”, “Helena”, “El hombre amaestrado”). Además en algunos de estos últimos textos se hace referencia a conocidos cuentos fantásticos; como en el caso de “El hombre amaestrado” que remite a la “Parábola del trueque” del mexicano Juan José Arreola. De esta manera, los textos de Aspavientos se aproximan a los microrrelatos, tan de moda en la actualidad, pero sin perder el vínculo con lo mejor de la tradición narrativa y literaria en general. En suma, un buen libro de cuentos, que además se presenta en una muy agradable edición, con ilustraciones de Mario Molina y diseño de Mario Vargas Castro.

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