La casa muerta
La abogada Alina Gadea (Lima, 1966) irrumpió en el mundo literario como una de las ganadoras de la Bienal de Cuento Copé 2007, con el cuento “La casa muerta”; un relato casi autobiográfico, pues cuenta la historia de la casa miraflorina donde la autora pasó su infancia. Gadea ha publicado después dos novelas –Otra vida para Doris Kaplan (2010) y Obsesión (2012)–, y ahora vuelve a la vieja casa familiar en la novela La casa muerta (Altazor, 2014) que desarrolla y amplía la temática de su cuento premiado.
Son tres las historias que aquí se narran, dos de ellas protagonizadas por Mariela Ramos, una joven arquitecta empeñada en recuperar edificaciones antiguas, hoy deterioradas y en peligro de demolición. En la primera, se trata de una casa barranquina, en la que Mariela conoce a un bohemio artista plástico. La segunda es la del cuento original: una casa miraflorina habitada por su anciana propietaria, Isabel Estenós, una olvidada actriz que trata de llevar con dignidad su pobreza y soledad. La tercera es la más breve y reproduce algunas páginas del diario Doris, la única hija de Isabel, muerta en un atentado terrorista.
Gadea crea las atmósferas apropiadas, oscuras y llenas de misterios, para estas historias, en las que Mariela parece estar en la búsqueda del pasado limeño. Pero su oposición pasado (tradición) – presente (modernidad) resulta demasiado estereotipada: por un lado artistas bohemios, refinados y creativos; por el otro, comerciantes, migrantes irrespetuosos y hasta senderistas. Finalmente La casa muerta no llega a ser una verdadera novela, sino apenas la reunión de dos buenos cuentos largos (la primera y segunda historias) con una temática muy similar.
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