La práctica médica y la vida en los hospitales son una gran fuente de historias sugestivas y dramáticas. Así lo ha entendido la televisión desde sus inicios, pues a ellas han acudido las más populares series, desde Dr. Kildare (1961) hasta Dr. House (2004). Sin embargo en la narrativa peruana, el tema casi no ha sido abordado –recordamos Un joven, una sombra (1992) de Carlos E. Zavaleta– salvo por algunos médicos que, tras lograr un cierto prestigio profesional, deciden incursionar en la literatura. Es el caso de Andrés Vanderghem (Lima, 1945), reconocido pediatra que acaba de publicar la novela Merengue dominical (Peisa, 2011).
Vanderghem nos traslada a los años sesenta para contarnos la historia de Coco Arraya, un noble estudiante de medicina que está haciendo, junto con un grupo de compañeros, su internado en un hospital limeño. Cada capítulo presenta el caso de algún paciente, con el que estos jóvenes no sólo descubren los secretos de su profesión, también van madurando y enriqueciéndose como seres humanos (sí, el modelo es la serie Scrubs). Los lectores no esteramos de todo ello a través de las conversaciones que el protagonista sostiene con su abuelo, a quien visita todos los domingos en un asilo en Cieneguilla.
Utilizando siempre un lenguaje sencillo y directo (a veces un tanto ingenuo), Vanderghem apela a la más efectiva fórmula de la narrativa: historias amenas y que conmueven al “auditorio”, pues tienen que ver con la muerte y el destino. Lejos de retoricismos y pretensiones literarias de cualquier tipo, Merengue dominical es una novela con las mejores características de un best seller.
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