Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941) es reconocido como uno de los poetas fundamentales de nuestra generación del 60; pero además ha incursionado en casi todos los géneros literarios: novela, teatro, ensayo, cuento. Es en este último en el que más ha destacado (después de la poesía), llegando a obtener, en 1987, el Primer Premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo, organizado por Radio Francia. Hinostroza acaba de reunir toda su narrativa corta en el libro Cuentos incompletos (Lustra, 2009).
La mitad de este volumen está constituida por los siete cuentos publicados en el libro Cuentos de extremo occidente (2002), relatos escritos a lo largo de 20 años. En “El señor de París” y “Memorándum”, aparentemente los cuentos más antiguos, Hinostroza (ya un poeta premiado y reconocido internacionalmente) asume el género casi como un mero ejercicio literario, tomando prestados temas y recursos de otros narradores, aunque poca o ninguna relación tuvieran con su propia obra. “El señor de París” es un inverosímil divertimento borgiano (Borges es la figura literaria más gravitante en estos cuentos) sobre condenados a muerte y verdugos en la Francia de hoy; “Memorándum” fue publicado originalmente en la edición española de Playboy y logra asimilar, apenas con el suficiente decoro literario, la estética kitsch y efectista de la revista con un motivo clásico de la literatura fantástica. Una especie de versión en video-clip de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Lo mismo sucede con el cuento “Variante Pasamayo”.
El juego con los referentes culturales y las estéticas ajenas es llevado hasta los límites de lo carnavalesco en “Las memorias de Drácula” una versión paródica de la famosa “Entrevista con un vampiro”. Es un divertido texto formado por doce viñetas que fueron publicándose semanalmente en este diario; y que marca la etapa menos feliz de la relación entre Hinostroza y el cuento. Afortunadamente, después invertiría la fórmula de sus relatos: en lugar de hacer una parodia en clave moderna de temas literarios clásicos, decide tomar como tema la propia literatura moderna y hacer sobre ella un relato lo más clásico y tradicional posible. El resultado fue “El Benefactor”, la historia de Francisco Orihuela, un exitoso novelista, ganador de premios como “el Planeta, el Rómulo Gallegos, el Médicis y... candidato de fuerza para el Premio Nobel”, quien depende de un anónimo y misterioso benefactor, el verdadero autor de las novelas de Orihuela.
Narrado linealmente y con una prosa sobria, el cuento se centra más que en los apuros de Orihuela por mantener su secreto, en la descripción de los libros que escribe y le obsequia su benefactor, entre ellos una novela histórica, muy a la manera “posmoderna”, titulada “Pavo a la Moctezuma”. Se trata de un relato redondo, interesante y bien contado, y que además lleva implícita una fuerte crítica a todos los elementos que componen la institución literaria: las modas, el mercado, los grandes premios, las opiniones de la crítica, y en especial el culto a la figura del autor. Hinostroza continuó en esta línea narrativa con “El muro de Berlín”, un cuento no tan bien logrado como el anterior.
La otra mitad del libro (en realidad la primera) reúne una veintena de “Cuentos casuales”, relatos que están más cerca de la crónica periodística que del cuento literario. Son textos menores –retratos de personajes extravagantes y contradictorios que seguramente Hinostroza conoció en sus largas andanzas por toda América y Europa– pero que de alguna manera complementan a los “Cuentos de extremo occidente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario