El mundo sin Xóchitl
Miguel Gutiérrez. El mundo sin Xóchitl (Santillana, 2008)
A pesar de haber publicado su primera novela El viejo saurio se retira en 1969, el escritor Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) inició su gran ciclo narrativo más de veinte años después con Hombres de caminos (1988), libro al que siguió la monumental novela La violencia del tiempo (1991), considerada por buena parte de la crítica como la más importante entre las publicadas en el Perú durante la última década del siglo XX. Completaría este ciclo, de aliento épico y centrado en la violencia social y su importancia en el proceso histórico, La destrucción del reino (1992). Luego de dos libros narrativos de carácter experimental –Babel, el paraíso (1993) y Poderes secretos (1995)- Gutiérrez inició una nueva etapa de su obra con la publicación de El mundo sin Xóchitl (2001), una extensa y nostálgica novela sobre el amor de una pareja de hermanos.
La historia se basa en un manuscrito dejado por Wenceslao, miembro de una importante familia piurana y coetáneo del autor, a su amigo de adolescencia Martín (¿Villar, el protagonista de LVT?). En este manuscrito el personaje ya maduro, cuenta la estrecha relación -de carácter incestuoso- que mantuvo con su hermana Xóchitl, un año mayor que él. Las tres partes en que está dividido el libro corresponden a diferentes momentos de esa relación: la infancia feliz, llena de aventuras y travesuras; el reconocimiento de los hermanos de lo prohibido de su vínculo, lo que los lleva a aislarse y a odiar a todos los que intentan separarlos, especialmente a su anciano padre Don Elías; y, después de la muerte del padre, un breve período de libertad y plenitud de la pareja, que concluye con la prematura muerte de Xóchitl.
En varios textos críticos Gutiérrez ha planteado la existencia de básicamente dos tipo de novelas, abiertas y cerradas, tolstoianas y dostoievskianas. Las primeras tratan de trascender lo individual para buscar lo comunitario; las segundas están basadas en la introspección, en la profundización en el mundo interior de los personajes. Los modelos serían, respectivamente, La guerra y la paz y Crimen y castigo. No dudamos que, de acuerdo a esta clasificación, al propio Gutiérrez le gustaría que su obra sea considerada “tolstoiana”; toda a excepción de El mundo sin Xóchitl, una evidente incursión en terrenos novelísticos dostoievskianos. Crímenes largamente planeados (el del padre o el triste final de Mathilde, la primera esposa de Don Elías), el sentimiento de culpabilidad por vivir en pecado, los castigos terribles e ineludibles (no sólo el destino de Xóchitl, también la existencia de un tercer hermano retrasado mental); el autor ha apelado a toda la parafernalia relacionada con este tipo de novelas.
El resultado, sin embargo, no es una novela densa y trágica, el Crimen y castigo piurano planeado por Gutiérrez, sino un relato gótico y decadente más parecido a La caída de la casa Usher de Edgar A. Poe, como con ironía señala el propio autor. La diferencia podría radicar en la falta de profundización en la psicología de los protagonistas (Wenceslao, el narrador, parece no saber nunca lo que pasa en la mente de Xóchitl) y en los excesos de truculencia y retorcimiento de ciertas situaciones y personajes como Constanza, la madre de estos hermanos (cantante de ópera, posiblemente prostituida en su adolescencia, y que aún en su adultez juega con muñecas), o la zamba Pelagia, malvada sirvienta que practica la magia negra. Ni siquiera las connotaciones míticas de la historia (la pérdida del paraíso original, el asesinato del padre) sobreviven a estos excesos.
Contribuyen a acentuar estos problemas ciertas indecisiones del autor. Hay en la novela un pasaje clave al respecto, cuando después de narrar uno de lo recorridos nocturnos de la pareja de hermanos por las calles de la ciudad, se da cuenta que nos ha mostrado una mundo desierto, sin habitantes. Gutiérrez parece reflexionar en voz alta acerca de los “cerrado” de su historia principal, tan intimista y por momentos melodramática (la importancia determinante de la ópera en la vida de los protagonistas es otro detalle “auto-irónico”), y decide “abrirla” añadiendo numerosos personajes secundarios con sus respectivas historias. Una decisión que va en desmedro de la propuesta dostoievskiana original de la novela pero que afortunadamente la lleva a ámbitos más afines con la personalidad literaria del autor.
Así, el relato se convierte no sólo en la recapitulación de la vida de dos generaciones de esa familia sino también en un amplio retrato de la sociedad piurana de los años 50’s (pero que llega a abarcar todo el siglo XX), desde los estratos más altos (Don Elías, la familia de Mathilde) hasta los más pobres (los sirvientes, los campesinos que los hermanos conocen en sus paseos en moto, en la parte final del libro). Todo personaje parece tener una historia interesante que contar, hasta el gato Don Pasquale; y lo mismo sucede con los objetos (libros, muebles, pianos), al punto que la mansión familiar sus diferentes ambientes y los cambios que sufren (esplendor, divisiones por disputas conyugales, decadencia) se convierten en elementos centrales de la novela.
Es en estas historias secundarias donde nos reencontrarnos con las mayores virtudes narrativas de Gutiérrez: la funcionalidad de sus descripciones, su poco común capacidad de fabulación, su minucioso trabajo de documentación, y especialmente la acertada estructuración del relato, que incluye saltos en el tiempo bien dosificados y el oportuno uso de documentos tales como cartas y diarios. Si la historia de estos hermanos incestuosos (que ya estaba anunciada en El viejo saurio...) representó durante décadas un verdadero reto narrativo para Gutiérrez, El mundo sin Xóchitl finalmente demuestra que ha salido muy bien librado de ese reto, aunque para lograrlo haya tenido que renunciar a sus admirados modelos literarios Tolstoi y Dostoievski, para remontarse a un realismo ambiental muy similar al de Balzac.
(Artículo publicado previamente en La República)
Se puede leer el prólogo de la novela en Zonadenoticias.
Otros textos sobre El mundo sin Xóchitl: Melvin Ledgard, Carlos Morales, Javier de Taboada,
Entrevistas: Jorge Coaguila, Carlos Sotomayor,
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