El último día de la Inquisición

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Paul Morand. El último día de la Inquisición (Universidad Ricardo Palma, 2006)

El escritor Paul Morand (París, 1888-1976) fue una de las más polémicas personalidades francesas de la época de las grandes guerras mundiales; fue también un incansable viajero que recorrió buena parte del mundo, narrando sus experiencias en libros de viajes y ficciones novelescas. En 1932 Morand publicó Aire indio, libro en el que contaba su periplo por América Latina, incluyendo las ciudades de Cusco, Arequipa y Lima. En esta última ambientó su novela El último día de la Inquisición (1947), traducida y publicada por primera vez en español por la U. Ricardo Palma.

Como informa el historiador Teodoro Hampe en el documentado estudio preliminar, en 1813 las Cortes de Cádiz abolieron la ominosa Inquisición en todos los dominios hispánicos. Eso ocasionó que en Lima una turba asalte y saquee el local de esa institución para acabar con los archivos y documentos que difamaban a muchas familias. Morand usa este suceso en su narración, protagonizada por dos prisioneros, el aristocrático Don Esteban y el narrador plebeyo, compañeros de celda, a quienes el saqueo libera inesperadamente de las torturas e interrogatorios a que eran sometidos a diario.

Contrastan la justa e inteligente denuncia de las prácticas de la Inquisición con la prejuiciosa interpretación que hace Morand de nuestro mestizaje cultural: Don Esteban es un hombre sabio y piadoso, aunque mientras duerme habla de mitos y ritos prehispánicos que aquí son calificados de blasfemias, horrores y abominaciones. Por otra parte, la relación de los inquisidores con Don Esteban es muy parecida a la de un psicoanalista con su paciente, por lo que la novela ha llegado a ser considerada "una pieza de introspección psicológica, un fulgurante viaje al interior de la mente humana" (Jacques Lecarne, citado por Hampe).

Tanto por su extensión como por sus logros literarios, El último día de la Inquisición es en realidad una obra menor, pero en la que hay que destacar la capacidad de observación y lo acertado de las descripciones de Morand, ya sean de la sociedad colonial limeña o del clima y paisaje de la costa peruana (ver el primer comentario de este post). Descripciones en que la prosa adquiere un cierto barroquismo y carácter poético, "de una poesía que avanza a golpe de imágenes" (según Francisco Umbral), las que han sido acertadamente trasladadas al español por María del Pilar Zuazo, profesora de Humanidades de la Universidad Ricardo Palma.

3 comentarios:

Javier Ágreda dijo...

Copio los primeros párrafos de la novela.


Este es un lugar donde no llueve, y sin embargo es opaco; es tan desconcertante. Y también su religión, la religión que en otras partes es luz del entendimiento, aquí es oscurantismo. La soledad y la meditación que deberían aclarar el misterio del ser, hacen más densos los nubarrones que ocultan el cielo y añaden una envoltura a los velos secretos de la naturaleza. La existencia se siente como un extraño enclaustramiento o como un destierro inmotivado; no es la vida, la simple vida humana. El sol vertical no trae ningún alivio a este malestar y sus rayos se deslizan sobre las cosas sin permitirles dar sombra, ni resaltarlas; se vería mejor a través del aguacero; se vería más claro en la noche.

Ser mojado, respirar agua, ver descargar al fin esas nubes, ¡qué alivio! La linfa que llevamos en nosotros, los humores donde se bañan nuestros órganos, esas antiguas branquias que son nuestros pulmones, se verían enseguida regeneradas. Pero las nubes continúan suspendidas como una amenaza que no se cumple. Del cielo caen apenas, una vez al año, algunas gotas espaciadas, como el sudor de la frente. Nubes anudadas, conglutinadas, tenazmente obstinadas en no dejar pasar durante meses algún azur y que tienen el gris plateado de las islas vecinas, recubiertas con el guano de las aves marinas. Hay algo de consternante en existir, de ilícito en ser libres en estos espacios. Nos sofocamos ante la muralla de montañas y la masa de un océano sin color, en la sequedad de las capas de aire semejantes a ojos sin lágrimas, en las polvaredas que deben de prolongarse bajo tierra, si juzgamos por la posición en cuclillas de nuestras antiguas momias con la cabeza sobre sus rodillas, como si encontraran abrigo.

Antonio dijo...

La novela es como prosas poeticas, se pierde en adjetivaciones y metaforas. Sinb embargo, no hay que negar que el autor tiene buena poesia. Debió ser un poemario.

Trakl dijo...

voy a leer ese libro