Noé delirante


Arturo Corcuera. Noé delirante (FCE/UAP, 2005)

Después de unos primeros poemarios de carácter epigonal, Arturo Corcuera (Puerto Salaverry, 1935) publicó en 1963 Noé delirante, libro cuya calidad, originalidad y frescura sintonizaban bien con la renovación literaria generada por la entonces naciente generación del 60. Corcuera fue uno de los más entusiastas integrantes y promotores de ese grupo de poetas -junto con sus amigos César Calvo, Javier Heraud y Reynaldo Naranjo-, y el libro le significó el Premio Nacional de Poesía. Pasadas cuatro décadas, el poeta nos entrega una nueva versión, corregida y aumentada –más de 400 páginas-, de Noé delirante (2005), en una bella edición del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Alas Peruanas.

La idea básica del libro es sencilla, la de describir en cada poema algún animal. Pero a diferencia de los bestiarios tradicionales –llenos de referencias librescas y casi siempre dedicados a seres exóticos o fantásticos- los animales escogidos son los más conocidos y comunes (gallo, araña, sapo, canario) y las descripciones están basadas en imágenes y metáforas en las que prima el humor, lo lúdico y un cierto espíritu infantil. El canario es “lluvia de oro... breve cántaro de cantos”, la luciérnaga “Diamante en trizas ... astilla de lucero” y el cuervo “sombra de plumas / que empolló la noche”. El poeta se convierte en un Noé delirante y travieso que pasa revista a sus compañeros de viaje.

Estos poemas, llenos de símiles e imágenes, mantienen la levedad y frescura gracias al empleo del “verso breve, exacto... fruto de un trabajo casi febril de orfebrería”, en palabras del propio Corcuera. Las metáforas se reducen a sus elementos mínimos, sin perder la peculiar musicalidad de los versos; mientras que la opción por lo breve acerca los textos al epigrama (“El pájaro en libertad / y preso el constructor de jaulas”), a los refranes y adivinanzas populares, y hasta al haiku japonés: “La cabeza en las estrellas / -predica la jirafa- / y los pies en la tierra” (Magisterio). El poeta emplea fórmulas, pero siempre de una manera original y creativa.

En posteriores desarrollos, las descripciones se ampliaron del ámbito zoológico a todo lo natural (vegetales, minerales, fenómenos atmosféricos) y también algunos objetos hechos por los hombres, especialmente los relacionados con el arte y las imágenes. Después de todo, la propuesta del libro es el rescate de la creatividad y la capacidad imaginativa. De ahí que nos remita constantemente al tiempo mágico del mito –a su inocencia y libertad-, cuando las palabras nombraban y creaban el mundo; por eso también el único objeto “humano” que merece una sección completa del libro es el espejo, generador -como los sueños- de imágenes y mundos virtuales.

Corcuera ha ido añadiendo nuevas secciones al libro, incluso poemarios completos. El más reciente de estos poemarios, A bordo del arca, acaba de obtener el Premio Casa de las Américas 2006. Por otra parte, importantes artistas plásticos han tomado a Noé delirante como fuente de inspiración. La tercera edición, de 1971, contó con 62 ilustraciones de Tilsa Tsuchiya que exploraban los aspectos míticos del texto. Esta undécima y, según anunció el poeta, definitiva versión del libro (aunque no contiene el recién premiado poemario) tiene un prólogo de la crítica Ana María Gazzolo e ilustraciones del pintor belga francés Gabriel Lefebvre que enfatizan lo infantil y lúdico de los poemas.

1 comentario:

Javier Ágreda dijo...

Algunos poemas de Noé delirante

Fábula biográfica del zancudo

Noctámbulo y sinuoso,
emblema de la Parca,
arrastra mala fama
por toda la comarca.

Por su sed insaciable
y su cárdena renta:
espectro de oligarca.

No vive de sus manos,
colérico y picudo,
sorbe la sangre ajena
el fúnebre zancudo.



Fábula de la luciérnaga y su sueño terrorífico

Diamante en trizas.

Semáforo diminuto
que señala el rumbo
de las libélulas.

Posada sobre un madero
cantas intermitente,
astilla de lucero.



Sueño y fábula de la mariposa

Flor huida,
pesadilla de la rosa
imaginándose perseguida.

El estambre se aroma y se colora

cuando sobre él se posa,
corola voladora,
mariposa.



Fábula y metáfora del gallo

Reloj despertador,
hijo apócrifo del papagayo.

No anuncia la madrugada
el tornasol clarinero.

-¿Qué tiene el gallo
que se ha callado?

-Hay que llevarlo al relojero.



Fábula de maese cuervo

Sombra de plumas
que empolló la noche.

La noticia funesta,
las defunciones,
de maese cuervo
son lectura diaria.

“¡Ah –exclama-,
si tuviese
agencia funeraria!”



Juego de espejos

(el poeta)
Para buscar imágenes
me sumerjo en el sueño,
para cazar sirenas
tiro mi anzuelo al espejo

(álbum de familia)
¡Oh, antiguo espejo,
adónde habrás guardado
la cara del abuelo!

(leyenda)
Cuentan los viejos
que los ríos
de antes
desembocaban
en los espejos

(suspenso)
¡Cuántos rostros por la borda,
ay, si el espejo se rebalsa
y se desborda!

(hallazgo)
habita un cisne de bruma
en el fondo del espejo:
ayer le arranqué una pluma

(ego)
¿Algún día, espejo,
enseñarás mi rostro
cuando no era viejo?



Preguntas de Javier el adivino

Nadie como yo pregunta,
¿nadie a responder alcanza?
Adivina
adivinanza:

Alumbra sin ser estrella,
relincha sin ser caballo.
(el rayo)

Nadie niega que es un mundo
que a medio mundo alborota
(la pelota)

Con una túnica blanca
por la noche se desliza
(la tiza)

No llegará a ser caballo
ni su dueño a ser jinete
(el caballete)

Un pájaro de metal
ora y canta esta mañana.
(la campana)

Para mirar lo que pasa
piden prestados los ojos
(los anteojos)

Una vida por los suelos
y además soba que soba
(la escoba)

Jamás se cansa de andar
este humilde peregrino.
(el camino)

Tiene la vida en un hilo
dando vueltas al garete.
(el carrete)

Es luz que el aire se lleva,
es luz que vuelve y se posa
(la mariposa)

Dama que cuida a su reina,
hiriendo a quien se avecina.
(la espina)

Va pisando nuestros pasos
la espía que nadie nombra.
(la alfombra)

Llevan gafas sin cristales
y saben morder de veras.
(las tijeras)

Teclas de un piano embrujado
que permanecen calladas.
(las gradas)

Blanca sombra que interroga
y a responder nadie alcanza.
¡Ah, divina
adivinanza!