Camilo Fernández Cozman. El cántaro y la ola (Asamblea Nacional de Rectores, 2005)
Uno de los mayores escritores en lengua española de todo el siglo XX, Octavio Paz (1904-1992), Premio Nobel de Literatura 1990, fue además un excelente ensayista y destacado animador del debate cultural y político. Esas actividades han hecho que su poesía, -una poesía difícil y que refleja la vasta cultura del autor- quede acaso un poco postergada. Un buen intento para develar los misterios de esta lírica y acercarla a los lectores es el libro El cántaro y la ola. Una aproximación a la poética de Octavio Paz (ANR, 2005) que el catedrático, crítico y Doctor en Literatura Camilo Fernández Cozman (Lima, 1965) acaba de publicar.
La propuesta central de El cántaro y la ola es que la lírica de Octavio Paz, especialmente la reunida en el libro Libertad bajo palabra, Obra poética (1935-1957) es una "poesía antropológica" por su sistemática utilización de ritos y símbolos de origen prehispánico. Por supuesto, no se trata de un simple búsqueda de exotismo o color local -a la manera de los peores modernistas o indigenistas-, sino de un serio cuestionamiento a la razón instrumental imperante en la cultura occidental. Fernández inicia su libro recordando antecedentes de la literatura francesa dentro de esa línea de crítica y que influyeron claramente en esta poesía: Víctor Hugo, Baudelaire, Mallarmé y el surrealismo. Nosotros añadiríamos a Gerard de Nerval, tantas veces citado por Paz en poemas y ensayos.
El escritor mexicano no pretendía estar descubriendo nada, pues como afirmó en su libro de ensayos Los hijos del limo (1974), una de las características definitorias de la modernidad es esa capacidad de criticarse a sí misma, que ha dado lugar a las obras de pensadores como Freud, Marx, Weber o Lévi-Strauss. A todos ellos, y a muchos otros más, se hace referencia, aunque sea de paso, en el segundo capítulo del libro -Octavio Paz y la modernidad como edad crítica, mejor desarrollado que el correspondiente a los antecedentes literarios- hasta llegar al famoso debate de la posmodernidad, a las propuestas divergentes de Habermas y Lyotard.
Solo después de esa revisión, Fernández procede a abordar La Poética de Octavio Paz, primero a partir de las reflexiones que el propio autor hiciera en El arco y la lira (1956), y después rastreando los rasgos antropólogicos de los poemas hasta en cuatro "niveles": el de la lengua, el de la estructuración literaria, el de las estructuras figurativo-simbólicas y el de la cosmovisión. Entre otros, se analizan los poemas Las palabras, Fábula, Semillas para un himno, para terminar con un capítulo dedicado a la interpretación de Piedra de sol (1957), extenso poema, escrito completamente en versos endecasílabos, que muchos consideran como la obra maestra de su autor.
Los problemas de la propuesta de Fernández están en el desigual trabajo con los niveles que él mismo ha establecido. Casi todos sus análisis se limitan al tercer nivel, las estructuras figurativo-simbólicas, dejando al margen lo referido a los aspectos formales del lenguaje y la estructuración literaria. Incluso en algún momento el propio Fernández reconoce que sus análisis de estos elementos se van a limitar al título y al final del poema (p. 88). A ello hay que sumar una cierta tendencia a la superficialidad y al esquematismo que lo lleva, por ejemplo, a interpretar cualquier mención a los sueños en los textos como una demostración de la influencia del surrealismo.
Pero esos problemas no disminuyen los logros de Fernández en el estudio de los elementos simbólicos del poema, una labor en la que se inició analizando los arquetipos junguianos (árbol, sombra, río) en Las ínsulas extrañas de E. A. Westphalen (1990). En El cántaro y la ola ese aspecto se convierte en el aporte crítico más destacable del libro, pues aborda una mucho más amplia galería de elementos (piedra, colibrí, tigre, flor, etc), provenientes todos de la cultura y los mitos prehispánicos.
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