Edwards entre el testimonio y la ficción
Jorge Edwards. El inútil de la familia (Alfaguara, 2005)
El escritor chileno Jorge Edwards (Santiago, 1931), Premio Cervantes 1999, cuenta la historia de su tío Joaquín Edwards Bello, un escritor bohemio y jugador. Una novela que incorpora elementos propios del ensayo y los libros de memorias.
Narrador y cronista, Joaquín Edwards Bello (1867-1968) fue uno de los personajes más interesantes de las letras chilenas de la primera mitad del siglo XX. Miembro de una aristocrática e influyente familia, viajó a Europa muy joven vinculándose a escritores y artistas ligados a los movimientos de vanguardia. Obtuvo los Premios Nacionales chilenos de Periodismo y Literatura; pero su vida fue más bien azarosa y llena de escándalos (incluyendo su suicidio), marcada por la bohemia y la compulsión por el juego. Al menos así la describe su sobrino, el escritor Jorge Edwards en El inútil de la familia (Alfaguara, 2005) su más reciente novela.
Más conocido por sus libros testimoniales Persona non grata (1973) y Adiós, poeta (1990) Edwards narra la historia de Joaquín mezclando este género con lo novelesco y el relato biográfico tradicional. La vida de Joaquín es contada desde el nacimiento, en "el año del cólera", hasta el trágico final, a partir de testimonios de parientes cercanos y personajes de la época, incluyendo a escritores como Cansinos Assens o Borges. Pero no faltan en los elementos más propios de la ficción, como los cambios de tiempos verbales y de persona narrativa que dan dinamismo al relato. Esos cambios son tan frecuentes que se dan incluso en una misma oración: "Yo, dijo, dijiste", "Él, yo, mantuve la apuesta".
Edwards añade al relato otros componentes, tomados del ensayo y la crítica literaria, al presentar algunos episodios en contrapunto con las acciones y personajes descritos en las ficciones de Joaquín. Así, los años de juventud son narrados haciendo constante referencia a su primera novela, El inútil (1910). "Las novelas de Joaquín son casi siempre autobiografías, memorias más o menos inventadas" nos dice Edwards y siguiendo este pensamiento pasa a identificar a Joaquín con sus personajes Pedro Plaza (Criollos de París), Pedro Wallace (El chileno en Madrid), Esmeraldo (La cuna de Esmeraldo),Teresa Iturrigorriaga (La chica del Crillón) y otros.
Son muchos elementos y demasiado disímiles (el propio Edwards ha reconocido que es su novela más experimental) y por ello la ficción pierde orden, solidez y en ciertos capítulos (especialmente de la primera mitad) hasta interés. Hay sucesos que son contados varias veces y de la misma manera (la conversación con Borges, por ejemplo), y lo mismo sucede con algunas reflexiones, como la de los problemas que suelen tener los libros de memorias en Chile. También hay una cierta atmósfera de artificialidad, de puesta en escena, seguramente proveniente de las ficciones de Joaquín (fanático del teatro), o de las forzadas interpretaciones biografistas que de éstas hace Edwards.
Sólo a medida que la historia avanza y el propio Edwards va ganando peso como personaje (se entrevista con la viuda y el hijo de Joaquín) la novela encuentra en el tema de la vocación literaria, compartida por tío y sobrino, un eje alrededor del cual los elementos secundarios pueden articularse. Las novelas de Joaquín, y las del propio Edwards, son vistas entonces como "racionalizaciones" de sus experiencias ("reducen la proliferación confusa de los hechos"); la aristocrática familia, que califica de inútiles a los escritores, se opone a esta vocación; y los mencionados cambios de persona narrativa se justifican en una cada vez mayor identificación entre los dos escritores.
A pesar de sus imperfecciones, el libro nos entrega en sus mejores páginas fascinantes episodios de la vida de Joaquín Edwards, entre ellos su exitosa labor de corresponsal en Europa durante la Segunda Guerra Mundial (en realidad enviaba sus crónicas desde algún lugar del propio Chile). El inútil de la familia es una buena novela y habría ganado mucho con una revisión que permitiera suprimir reiteraciones y darle una mayor unidad al texto. Pero el autor ha preferido dejarla así, acaso como un homenaje al protagonista, un hombre talentoso, contradictorio (ateo pero devoto de la Virgen) e impulsivo que perdió todo su dinero en casinos o hipódromos.
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