Manuscrito del viento



Antes de convertirse en uno de los más destacado periodistas culturales de nuestro medio, Pedro Escribano (Acarí, 1957) obtuvo, en 1982 y por el libro Manuscrito del viento, el Premio Poeta Joven que otorgaba la Universidad de San Marcos. A 30 años de ese reconocimiento, el libro se ha vuelto a publicar en una muy buena edición, que incluye el extenso ensayo que sobre el poemario escribió Antonio Cornejo Polar, así como las reseñas de Peter Elmore y Alfonso La Torre.

La primera sección del libro se titula “Visión de las calles” y en ella el poeta rememora sus primeras experiencias de la ciudad, aunque utilizando “un lenguaje que privilegia el imaginario campesino y las metáforas de la naturaleza” (ACP). Así, en el poema “Signos” se habla de un hombre que “ha caminado por las calles de ruidos industriales…”, pero que además “tiene algo de árbol, por su aliento verde / no indolente”. A esa peculiar combinación (que se puede apreciar hasta en los títulos de poemas como “La ciudad y las hormigas”) se suma la frescura y fluidez del lenguaje, así como la inocencia propia de la juventud.

Los diez poemas de la segunda mitad vuelven al mundo rural de la infancia del poeta, “un universo devastado y estéril, pero con el cual se afirma una raigal intimidad” (Elmore). Aquí el mayor logro es dotar de vitalidad y lirismo a un paisaje extremadamente pobre y árido. “El viento es el amor en el desierto” nos dice Pedro Escribano, y el viento hace que el polvo se convierta en “un manuscrito, / una carta de amor para la historia de este pueblo”. Y eso es Manuscrito del viento, las primeras brillantes páginas de una historia que el poeta todavía no termina de escribir.




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