Desvelo blanco


Estructurado dialécticamente, Desvelo blanco (Tranvías editores, 2010), el segundo poemario de Ana María Falconí (Lima, 1964), es un sólido conjunto de textos que muestran a un yo poético que monologa solitario pero que está en la permanente búsqueda del contacto y la comunicación con otros. Y lo hace a través de versos e imágenes sencillas, que logran convertir en transparente y sensorial la propuesta a veces demasiado racional de la autora.

Son velos blancos, casi transparentes, los que el yo poético encuentra constantemente en sus desvelados soliloquios: el cristal empañado por su propio aliento en el primer poema (¿una prueba de que está vivo?), el “cielo pálido y sin aliento” en el segundo, el “vellón suave y descarnado del sueño” del poema “Madeja”. Es el tipo de imágenes dominantes en la primera sección del libro (“Cielo cosido”). En la segunda, la antítesis de la anterior, prima más bien el dinamismo, la idea del viaje, como se nota ya en los títulos de algunos poemas: “Pasajeros”, “La frontera”, “Túnel”, “Canción de los caballos”, etc.

La síntesis final de Desvelo blanco se alcanza en la tercera sección (“Donde no muere el olor del mar”), especialmente en el último poema, en que el yo poético, a la orilla del mar, logra establecer contacto con otro: “la proximidad casi latiendo en las venas de mis sienes / mirándonos…. Dejamos caer el agua de nuestros cuerpos…”. Pero ese contacto no es con un ser humano sino con un pelícano, animal cargado de contenidos simbólicos, incluido el del propio escritor.


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Otros textos sobre Desvelo blanco: Lisandro Gómez, Miguel Ildefonso, Rossella di Paolo,
Se puede leer algunos poemas del libro en el blog Ángeles de papel.
El siguiente video es una versión audiovisual del primer poema del libro.

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