Hotel Europa


Luis Hernán Castañeda. Hotel Europa (Peisa, 2005)

Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) nos entrega en Hotel Europa (Peisa, 2005) una historia extraña y casi irreal, la de un joven periodista limeño que llega al remoto pueblo de San Andrés (de indeterminada ubicación geográfica), habitado sólo por hombres sometidos a los excesos y caprichos de un escuadrón de delincuentes conocidos como "los románticos”. Liderados por un personaje denominado “Dios”, los románticos tienen además cautivas a todas las mujeres, obligándolas a prostituirse para ellos. El periodista es confundido con Allison Richter -mujer mítica para los pobladores de San Andrés-, confusión que él aprovecha para convertir el Hotel Europa en una próspera casa de citas.

Esos son sólo algunos de los inverosímiles sucesos narrados siempre en primera persona por Allison y otros personajes, entre los que figuran Apocalipsis, un romántico renegado; el “oso” Castañeda, depravado regente de una casa para niños huérfanos; y Salvador, el guardaespaldas de Allison. Provenientes de un mundo sórdido y violento en extremo, ellos se expresan en un lenguaje duro, por momentos hasta procaz, que L. H. Castañeda reelabora literariamente. Los resultados son algo desiguales, pues si bien se pueden encontrar algunas descripciones y diálogos destacables, en muchos párrafos no se consigue superar la simpleza y lugares comunes propios del habla de los personajes.

Hay varias coincidencias entre esta novela y La casa verde de Mario Vargas Llosa: la historia del prostíbulo exitoso, la alternancia de voces narrativas, los grupos masculinos (los “románticos” aluden desde el nombre a los “inconquistables” de LCV), entre otras. Pero este material está manejado de una manera opuesta al realismo vargasllosiano y más próxima a lo subjetivo e irreal de la obra de Mario Bellatin, escritor que Castañeda ha reconocido como una de sus más importantes influencias. Y más específicamente, al libro Poeta ciego, novela de Bellatin de la que parecen provenir ciertos personajes (el niño sin ojos, p. e.) y esas ceremonias públicas cargadas de erotismo y de una ambigua religiosidad.

Lamentablemente, Castañeda no logra darle a su universo ficticio la densidad de temas y motivos de la obra de Bellatin, un autor con estudios de teología y además atento observador de los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. Sin esa densidad, el violento pueblo de San Andrés, creado a partir de esquematismos simplistas (y en el que las mujeres solo pueden ser niñas o prostitutas), termina aproximándose demasiado a los universos ficcionales del cómic; al mundo de Sin City, para citar un referente cercano. El propio Castañeda lo reconoce, y hace decir a un personaje que San Andrés parece salido de “el reino de los sueños de un muchacho solitario...”

Estas últimas palabras (que de alguna manera corroboran los rasgos “adolescentes” que encontramos en Casa de Islandia, la anterior novela de Castañeda) pertenecen a Sebastián, el hermano de Allison que aparece casi al final del libro, cuestionándose sobre la naturaleza de ese pueblo (“híbrido de realismo y fantasía”) y sus “estrafalarios” habitantes. El personaje permite plantear una serie de reflexiones metaliterarias que no llegan a desarrollarse, pues Sebastián es absorbido rápida y plenamente (del mismo modo que su hermano) por esa sociedad grotesca e irreal cuyos “autores son todos los hombres de San Andrés”, como sostiene Allison en las páginas finales del libro.

En esta segunda novela, más ambiciosa y literariamente arriesgada que la primera, se reafirman algunas características narrativas, desde el diligente trabajo con el lenguaje y las técnicas, hasta la opción por las ficciones cerradas (como se anuncia en los títulos) en las que la subjetividad, fantasía y juventud del autor se convierten en factores determinantes. Sin llegar a ser un libro más logrado que Casa de Islandia, Hotel Europa marca una positiva evolución en la obra de Luis Hernán Castañeda.

1 comentario:

Javier Ágreda dijo...

Copio las dos primeras páginas de la novela.


"Qué podría decir yo sobre Allison Richter? La conozco demasiado y no la conozco en absoluto. Es la niña más dichosa del mundo y también la más infeliz; la estrella más brillante de este cielo extranjero, y el agujero negro más profundo y seductor. Su vida es perfecta y miserable; su rostro,
encantador y repulsivo; su inteligencia, brillante y subnormal; su literatura esencial y prescindible: cadenas de infinitos opuestos entrelazados que apenas le causan perplejidad. En ese pueblo extraño, donde
lleva siete meses cumplidos, ha ganado más dinero del que nunca soñó, vive rodeada de esclavos que la adoran y sus caprichos son órdenes que ni siquiera Dios se atrevería a cuestionar. Lo tiene todo aquí y ahora, cuando quiera y como quiera, y sin embargo le sería demasiado fácil cambiar esa farsa alucinante por la maravillosa existencia anodina que dejó atrás en su país: como si fuera una estúpida modelo europea, renunciaría a las pasarelas de Milán por una sola mirada amable, una falsa palabra de consuelo de algún antiguo novio al que nunca amó de verdad.

Cuando se entristece, Allison Richter piensa que si una escritora se ha impuesto la meta de ser honesta, es porque algo ha salido impecablemente mal, o quizás terriblemente bien, porque en algún punto del camino tomó un atajo que la extravió, y cuando quiere regresar a una casa que no existe con papá y mamá, descubre que el único hogar que le queda es esta tierra de crepúsculos cortos y heladas nocturnas, donde nadie la conoce ni desea conocerla, donde todos la idolatran sin saber quién es, donde escribe cartas
que nadie leerá porque aún no consigue enseñarle el alfabeto a Rothko, su único amigo y posible lector, un artista magnífico que sería capaz de matar para complacerla.

En sus escasos momentos de lucidez, se pregunta en qué momento dejó de ser una turista común, enviada a realizar un trabajo rápido y neutral, y se convirtió en la prisionera de su propia jaula de espejos, de los deseos inconfesables que la arrastraron hasta el pueblo sin preguntar su opinión. Encarcelada en un penthouse, sentada frente a la ventana que mira sobre la
plaza, recuerda la tarde de su llegada, la voracidad de la noche lanzándose sobre el páramo de charcos rojos que preludia el ingreso a San Andrés. Tal vez sea el momento de revelar la edad, el domicilio y las señas distintivas de este personaje, pero no me pidas demasiado ahora, cuando apenas me dispongo a empezar esta historia.

Reviso lo que acabo de escribir y me burlo de mí misma, o de mí mismo, la diferencia es mínima, trivial como mi vida. ¿Ves, Sebastián?, lo hice de nuevo, pero no te equivoques: fue a propósito. ¿Cómo se llaman las personas que se creen sus propias mentiras, que las asumen como verdades y viven solamente para ellas, hasta que la muerte los separe? Si todos aquí piensan que mi nombre es Allison Richter, la nodriza de sus pesadillas, si todos aman mis patrañas y están dispuestos a perder la vida por alguien que no existe, no veo razón alguna para estropearles la fiesta. Yo buscaba el poder sin medida, lo buscaba con la misma desesperación con que me busco a mí misma, y ahora que lo pienso, no puedo culpar a nadie si mis deseos se hicieron realidad. La persona que empieza a escribirte esta carta, o quizás deba decir novela -que será muy larga, así que puedes recostarte y poner algo de música-, es una mujer hecha y derecha."