La pasajera

Heridas de guerra


El escritor Alonso Cueto (Lima, 1954) vuelve en La pasajera (Seix Barral, 2015) a las terribles consecuencias, en las vidas de muchos peruanos, de la violencia política de las décadas pasadas. Un tema central en su narrativa desde la novela La hora azul (2005), que recibió en España el Premio Herralde. En ambas narraciones la protagonista es una joven mujer, en este caso Delia –víctima de los abusos de los militares en un pequeño pueblo ayacuchano– quien huye a Lima donde, después de muchos años, vuelve a encontrarse con el responsable de su desgracia, el capitán Arturo Olea.

Cueto nos presenta (casi a la manera del costumbrismo) a ambos personajes inmersos en su rutinas de clase más bien pobre: él es un taxista informal, ella una modesta peluquera en el distrito de Chorrillos. El encuentro casual los hace revivir los episodios dolorosos de su pasado y mientras Arturo piensa que es una excelente oportunidad para redimirse y hacer algo bueno por Delia, ella solo piensa en alejarse lo más posible de él, aunque sea fuera de Lima. Un tercer personaje, Enrique, enamorado de Delia y sin ningún pasado oscuro detrás, representa la esperanza de felicidad para ella. 

En la narración los elementos de “color local” (descripciones, diálogos), priman sobre lo reflexivo y lo emotivo; una deficiencia que se hace más notoria por la brevedad de la novela, que se puede leer en un par de horas. A ello se suman algunos sucesos inverosímiles e innecesarios (ciertas reacciones de Arturo, la muerte de su esposa e hija, p.e.) y lo descuidado de la prosa. A pesar del interés y la importancia del tema principal, La pasajera no es, definitivamente, de lo mejor de la producción de Cueto.

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