A pesar de la diversidad y eclecticismo imperantes en la literatura actual, especialmente en la poesía, todavía existen algunas propuestas que llegan a abarcar a escritores de varios países. Es el caso del neobarroco, presente en casi toda Latinoamérica y que en el Perú ha sido una de las tendencias más interesantes dentro de la poesía de la llamada generación “post 2000”. Lo podemos comprobar leyendo Bástate alegría (Paracaídas, 2011), segundo poemario de Luis León Velásquez (Lima, 1983).
Dieciséis sonetos integran este libro, muchos de ellos en versos alejandrinos, a la manera de los sonetos que escribiera el joven Martín Adán hacia 1930. La única diferencia, dentro de las normas estróficas, es que Velásquez prescinde de la rima, reemplazándola por un sistema de asonancias al interior de cada verso: “Como oscila así filosa influye sin oírse”, “que lleva par e impar silencio ciego más cierto”. Pero al dejarse llevar por la sonoridad, el poeta cae en giros gramaticales extraños y rupturas semánticas, aunque sin perder nunca lo cultista y “elevado” del discurso.
Con estos recursos, lo que se quiere es representar el complejo mundo actual: “una vorágine de sensaciones y sentimientos enfrentados y, a la vez, fragmentarios”, como se afirma en el prólogo del libro. Los críticos han encontrado que esta forma de experiencia conduce casi inevitablemente a la estética neobarroca, a su empleo de los pastiches, las parodias y las alusiones intertextuales, y a su énfasis en lo formal más que en lo temático. Son virtudes o defectos que se pueden apreciar claramente en los sonetos de Bástate alegría.
Enlaces relacionados
Sepueden leer algunos poemas del libro en el blog Ángeles del papel.
Otros textos sobre Bástate alegría: Gustavo Diez-Canseco,
1 comentario:
no son sonetos.
critian briceño.
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