Contemplación de los cuerpos


Luis Fernando Chueca. Contemplación de los cuerpos (estruendomudo, 2005)

Luis Fernando Chueca (Lima, 1965) es uno de los escritores que con más constancia y fidelidad está trabajando por la poesía peruana de las últimas generaciones; ya sea en su papel de profesor universitario, como crítico y responsable de la revista de poesía odumodneurtse!, y también con su obra, iniciada con el poemario Rincones (1991). La misma fidelidad y constancia caracterizan a su propia poesía, que siempre ha girado en trono del difícil tema de la muerte, al punto que su tercer poemario se título Rituales funerarios (1998). Su más reciente libro, Contemplación de los cuerpos (estruendomudo, 2005), continúa esa temática llevándola a un contexto más real y cotidiano.

Dividido en tres secciones, CDLC se inicia con el poeta, a los doce años de edad, descubriendo la muerte: “El cuarto luce pulcro, el Cristo colgado en la pared, las cortinas cerradas. En la cama está mi abuelo...”. Los textos de la primera sección, a continuación de ese poema, evocan a los amigos del autor muertos tempranamente, entre los que figura (sin ser nombrado) el también poeta Josemari Recalde (Lima, 1973-2000). Paralelamente, se realiza, en textos como Los signos y las cosas, una reflexión acerca de la capacidad de la escritura y la poesía para recuperar de algún modo a esos ausentes: “Todas estas muertes las llevo escritas en el cuerpo”.

La segunda sección pasa de lo personal a lo social; las imágenes y los sucesos nos remiten directamente a la violencia política de las últimas décadas. En Documental, por ejemplo, la fría prosa (cada sección tiene un solo texto en verso) de un informe científico es tomada como modelo para describir los restos de los estudiantes de La Cantuta hallados en Cieneguilla: “...el cráneo de una mujer con un agujero de bala, retazos de un pantalón calcinado y un juego de llaves, que permitió identificar a las víctimas...”. Recursos similares son empleados en Recycling nude (partiendo del estudio del desnudo femenino), y La memoria en las manos (3 fotografías).

Escritos con pulcritud y eficacia, los textos, sin embargo, nos llevan a preguntarnos sobre el interés de Chueca en esas víctimas. No las mencionó, ni indirectamente, en Ritos funerarios, poemario que tenía un planteamiento más propicio para ello. “¿Dónde estábamos nosotros durante el reino de la muerte?” se pregunta él mismo el poema Díptico de CDLC. Pero no se trata aquí de cambios en el sujeto sino en el objeto poético. Hace siete años escribir sobre las víctimas de la violencia era algo polémico, arriesgado y comprometedor. Hoy las cosas son diferentes, pues el tema ha pasado a formar parte de lo “políticamente correcto”.

Esa preferencia por lo seguro, por lo aceptado como correcto y apropiado, es una constante de la poesía de Chueca. No sólo en lo temático, también en lo que respecta al lenguaje (gramatical y léxicamente), la retórica, las imágenes y hasta en la estructura de los poemas. No hay elementos disonantes ni riesgos de ningún tipo; y en gran medida por eso, la reflexión poética no llega a alcanzar originalidad o trascendencia. La tercera sección de CDLC, en la que deberían sintetizarse las vivencias personales y sociales de la muerte, simplemente repite lo ya dicho en los poemas previos: “... la muerte se escribe sola en nuestros cuerpos. Y ni siquiera nos es dado escoger la tinta utilizada”.

Rincones presentó a Luis Fernando Chueca como integrante de la primera generación de poetas de los 90 (autores aún endeudados con la poética de la generación anterior); y también como un autor con un universo literario propio, en el que el yo poético se define principalmente como “testigo de la muerte”. Tras años de persistente dedicación a su temática y a la poesía en general, ha logrado entregarnos en Contemplación de los cuerpos un libro que, a pesar de nuestros reparos, se constituye en lo mejor de su obra.

2 comentarios:

Javier Ágreda dijo...

Esta reseña fue motivo de una pequeña polémica en el blog del crítico Gustavo Faverón, Puente Aéreo. Agradezco las palabras de Faverón acerca de mi labor y reconozco que su desempeño dentro de la crítica periodística fue destacado. Pero esta vez su comentario está basado en un malentendido: ha interpretado como censura lo que no es sino un simple comentario descriptivo. En la reseña se señala algo evidente, que Chueca en sus poemarios anteriores no ha abordado el tema de la violencia política. No hay ningún intento de “vetar la posibilidad de que cualquiera que no haya hablado sobre el tema durante la década y media de la violencia terrorista y antiterrorista tenga derecho a hacerlo ahora”.

La intención al señalar ese detalle era encontrar, en el plano temático, una de las características dominantes de la poesía de Chueca: su opción por lo seguro, por lo aceptado mayoritariamente como “correcto”, política o poéticamente. En otras palabras, la falta de riesgos en su obra. Eso es precisamente lo que se dice a continuación del párrafo citado por Faverón: “Esa preferencia por lo seguro, por lo aceptado como correcto y apropiado, es una constante de la poesía de Chueca. No sólo en lo temático, también en lo que respecta al lenguaje...”. Ninguna palabra de censura o veto, ningún pedido de “silencio”. ¿De dónde habrá sacado esas cosas Faverón?

Javier Ágreda dijo...

Dos poemas de Contemplación de los cuerpos que abordan el tema “polémico”.

LA MEMORIA EN LAS MANOS (3 fotografías)

La mujer sostiene el papel que su hijo le mandó desde el cuartel de Los Cabitos. El muchacho no regresó con vida ni ella pudo hallar su cuerpo ni ha logrado descansar. Pero le queda ese trozo de memoria entre las manos.

Otra señora ayacuchana enseña con ternura y rabia el retrato carné de su marido. Una vieja foto de perfil entre sus gruesos dedos demuestra que no inventó a ese hombre que negaron en todos los puestos policiales.

Una madre mira con horror las llaves en su palma. Cuando una de ellas se usa para abrir la gaveta de su hijo en la residencia universitaria de La Cantuta, sabe que ya no tienen nada que esperar.




DOCUMENTAL

Un video narra las horas finales de Pompeya en el año 79 dC. Explica el arqueólogo que el motivo de la muerte de sus habitantes no fue la lava del Vesubio sobre los cuerpos, sino el contacto de estos con una temperatura superior a los 500 grados. "La coloración rojiza hallada en algunos cráneos es una particular incógnita. Podría ser el cerebro que comenzó a desbordarse previamente a la explosión. El calor fue tan intenso que puso a hervirlo antes de estallar", anota fríamente.

Ensayo es misma frialdad documental en este poema y añado, sobre acontecimientos más cercanos: "Lo que quedaba de los cuerpos fue entregado a los familiares en cajas de leche Gloria. Poco antes se hallaron, enterrados, camino a Cieneguilla, restos de un maxilar superior y cinco dientes, el cráneo de una mujer con un agujero de bala, retazos de un pantalón calcinado y un juego de llaves que permitió identificar a las víctimas y a seguir la pista de los cuerpos embolsados". O transcribo, en un nuevo giro, el comentario de un marino que explica que, a diferencia del Ejército, en su arma a los detenidos "los matan desnudos para que no los reconozcan, ni sortijas ni aretes, ni zapatos ni ropa interiior. Y las prendas las queman".

Ni el asíndeton he tenido que inventarme. Tampoco las imágenes o la contraposición.

Me pregunto si hay algo que aumentar en este poema.