Permiso para sentir


Alfredo Bryce Echenique. Permiso para sentir. Antimemorias 2 (Peisa, 2005)

La nueva entrega de las memorias de Alfredo Bryce (Lima, 1939), Permiso para sentir. Antimemorias 2 (Peisa, 2005), está dividida en dos partes. La primera de ellas continúa en la línea de las anteriores Antimemorias. Permiso para vivir (1993), y está organizada, como aquel libro, Por orden de azar. Se trata de un conjunto de textos bastante heterogéneo y desordenado ("sarta de capítulos totalmente desabrochados" dice el propio autor), pero plenos del humor y las exageraciones, las citas y las parodias, tan característicos de Bryce; y en los que las reflexiones y los recuerdos personales se suceden en un discurso laberíntico, basado en desvíos y meandros digresivos.

Hay, por supuesto, algunas constantes temáticas que dan unidad al conjunto, entre las que destaca el culto a la amistad. Buena parte de estos textos son homenajes que Bryce hace a sus mejores y más fieles amigos: los compañeros de colegio (Cincuenta años de compañía), aquellos que ha ido conociendo en sus numerosos viajes (Luis, Mi amigo Conrado, Bob Davenport ha desaparecido), y escritores como Julio Ramón Ribeyro (Un amigo muerto, un domingo, un otoño). Otro tema es la nostalgia de los años felices, ya sea de la infancia (Retrato de familia con 98, Pasalacqua y la libertad) o de la bohemia parisina de los 60 y 70’s (Érase una vez en París, 68 modelo para armar).

La segunda parte del libro lleva el título de Che te dice la patria, tomado de un cuento homónimo de Hemingway, y está centrada en el intento de Bryce, a mediados de la década pasada, de volver a residir en su patria después de más de 30 años de exilio voluntario. Toda las frustraciones y decepciones que sufre el autor durante ese proceso, los desencuentros entre la Lima de su memoria y la del gobierno de Fujimori, son narrados en más de 200 páginas (que ocupan el tercio final del libro), en textos más homogéneos y concatenados en forma tan rigurosa que en el último párrafo de cada capítulo figura el título del siguiente.

El laberinto hedonístico de Por orden de azar se convierte en esta segunda parte en una sucesión de capítulos que tiene mucho de la estructura de las explicaciones y demostraciones. Es como si el autor quisiera probarnos que si no se quedó a vivir en el Perú no fue por culpa suya sino de aquellos que hicieron de esa experiencia algo verdaderamente insoportable. Entre los responsables de ese fracaso desfilan, con nombre y apellidos, conocidos personajes del ambiente cultural y político local; además de escritores, vecinos, parientes cercanos y hasta empleados bancarios. Vemos a Bryce víctima de un secuestro político y de policías corruptos que intentan "sembrarle" drogas en el aeropuerto.

El contraste entre ambas secciones del libro (entre el humor y la amargura, entre la amistad y la traición) se convierte también en un enfrentamiento entre dos espacios, Extranja (el país de los extranjeros) y el Perú. Y en ese enfrentamiento Bryce pone toda su capacidad de novelista para hacer más amable y grata la realidad descrita en la primera parte; y más terrible e indignante el relato de su breve retorno a la patria. Diferencias no siempre justificadas, especialmente cuando vemos que el propio Bryce es culpable de muchas de sus desventuras limeñas, como cuando elige ser profesor en la UPC ("jamás he trabajado en una universidad tan mala") y no en San Marcos, en la que él estudió, como le recomendaban sus amigos.

La crítica ha señalado que en la obra última de Bryce la ironía está siendo reemplazada por un sentido del humor cada vez más personal y egocéntrico. Una consecuencia sería la falta de empatía con ciertos tipos de personas y hasta amplios sectores sociales (ver comentario a El huerto de mi amada); en este caso una serie de reconocidos escritores peruanos y los nuevos pobladores de Lima en general. A pesar de ello, Permiso para sentir no deja de ser una lectura interesante (divertida y agradable en su primera parte; amarga y polémica en la segunda), que seguramente no decepcionará a los muchos seguidores de la obra de Alfredo Bryce.

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