Mi siglo


El escritor alemán Günther Grass (1927-2015) se hizo conocido mundialmente a partir de su segunda novela El tambor de hojalata (1959), según la crítica “una disección implacable de la experiencia del nazismo en su país”. A esa novela, controversial en muchos aspectos, siguieron otras como El gato y el ratón (1961), Años de Perro (1963), y una larga serie de títulos entre los que destacan El rodaballo (1980) y Es cuento largo (1997), un libro sobre la unificación alemana que originó muchas polémicas. Poco después de recibir el Premio Nobel de Literatura 1999, Grass publicó Mi siglo, un conjunto de cien relatos breves que repasan la historia alemana del siglo XX.

Testigo de muchos de los sucesos relatados en este libro, Grass formó parte del ejército alemán que intervino en la Segunda Guerra Mundial. Fue herido en 1945 y tomado como prisionero de guerra. Después de su liberación siguió estudios de arte en Düsseldorf y recién en 1955 comenzó a incursionar en la literatura integrando el denominado “grupo 47”. Después del éxito de El tambor de hojalata, hizo campañas a favor de la socialdemocracia alemana. Desde entonces, y a pesar de haber abandonado la actividad partidaria, Grass opinaba frecuentemente y se involucraba en los debates sobre problemas de importancia para su país. Todas estas actividades se manifiestan claramente en su narrativa, que ha logrado la difícil conjunción de calidad literaria y compromiso político.

Mucho de eso hay en los cien relatos, uno por cada año, de Mi siglo. El autor narra siempre en primera persona, tratando de asumir la voz de los testigos de los acontecimientos: “Yo soy él ahora. Vive en Hanóver-Langenhagen. Él —no soy yo ya— nunca ha tenido una vida fácil” (p.300). Estas voces van presentando, desde diversos puntos de vista, los momentos más importantes de un siglo pródigo en guerras y en conflictos internos. En el primero de estos relatos el narrador es un soldado del ejército del Káiser que participa en la toma de Pekín durante la rebelión de los boxers de 1900. Para los años de la primera guerra mundial, los relatos se presentan como parte de una conversación entre dos excombatientes, los reconocidos escritores Erich M. Remarque y Ernst Jünger. Por supuesto, no faltan los relatos protagonizados por judíos durante el nazismo o sobre alemanes orientales tratando de atravesar el muro y muriendo en el intento.

La madurez literaria del autor le permite salir bien librado del desafío que representan tan difíciles temas. Uno de sus principales recursos es no narrar desde la perspectiva de los grandes protagonistas sino de la gente común y corriente; y aún tratándose de personajes célebres (Jünger, Adorno) evita retratarlos en sus grandes momentos. Hasta en los pocos relatos autobiográficos del libro, como el correspondiente al año 1977, Grass mismo se presenta como un testigo de la historia de otro. Otro recurso es el empleo de una gran variedad de narradores, de distintas edades y provenientes de los más diversos sectores sociales y regiones de Alemania, quienes emplean un lenguaje sumamente oral, lleno de expresiones populares, giros dialectales y barbarismos, recursos que el autor ha demostrado saber manejar en sus anteriores novelas, pero que se pierden en gran medida al traducir el texto a otros idiomas.

Esta diversidad de registros le dan al libro un cierto carácter coral y polifónico, que sumado a las numerosas alusiones irónicas y velados comentarios políticos lo convierten en un texto sumamente complejo y ambicioso. Mi siglo es, por eso, una excelente muestra del rigor crítico y la variedad y riqueza, lindante con lo barroco, de la narrativa de Grass, uno de los grandes novelista del siglo pasado.

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