El niño terrible y la escritora maldita



Además de reconocido animador de televisión, Jaime Bayly (Lima, 1965) es uno de los escritores peruanos más polémicos y controvertidos. Su primera novela, No se lo digas a nadie (1994), generó escándalos en ciertos círculos limeños. Desde entonces ha publicado más de quince libros de narrativa, entre los que destacan Los últimos días de La Prensa (1996), La noche es virgen (1997, Premio Herralde), Y de repente, un ángel (2005, finalista del Premio Planeta). La crítica nunca ha aceptado del todo el realismo extremo ni los excesos “autobiográficos” de esta obra; no obstante, pasados los años, las ficciones de Bayly parecen encajar bien dentro de la hoy llamada “autoficción”, como podemos comprobar con su más reciente novela: El niño terrible y la escritora maldita (BN, 2016).

El libro está conformado por unos 35 textos independientes, artículos escritos por el periodista Jaime Baylys (esa “s” es lo único que diferencia los nombres del protagonista y del autor) para el diario El siglo XXI (Bayly es columnista del diario peruano Perú21), en los que comenta los sucesos cotidianos de su vida personal, tanto públicos como íntimos. No es necesario decir que estos sucesos son episodios reales de la vida del autor, y están centrados en su romance y matrimonio con una joven aspirante a escritora treinta años menor que él, que en esta ficción lleva el nombre de Lucía. A ese romance se opone la familia de Baylys (especialmente su ex esposa y sus dos hijas) y también Leopoldo, su amante argentino, otro aspirante a escritor.

Todos los elementos que hicieron sumamente popular a la narrativa de Bayly aparecen nuevamente aquí: el juego entre realidad y ficción, la temática sexual, el consumo de drogas, y la prosa fluida y vivaz, muy cercana al lenguaje oral. También se mantienen la irreverencia y el espíritu trasgresor, así como la ironía y el sentido del humor que le permiten al autor burlarse de nuestros prejuicios sociales, partidos políticos, empresarios y personalidades públicas. Entre las páginas más divertidas están aquellas sobre el fallido intento de Baylys de postular a la presidencia del Perú, para lo cual conversa personalmente con los líderes de Acción Popular, el PPC y el Apra. Esas conversaciones están llenas de polémicas revelaciones, como la afirmación de un ex presidente de que en política “la plata llega sola”.

No obstante, en la novela se hace evidente un cierto agotamiento temático y formal en esta narrativa, mientras que el pesimismo y la decadencia física se imponen en el estado de ánimo del narrador. En especial en la segunda mitad del libro, cuando Bayly reflexiona sobre su vocación de escritor (que él considera lo más auténticamente suyo) o el poco valor que la crítica le da a sus numerosas novelas. Así se llega a la temática reflexiva propia de las novelas de autoficción, que Bayly aborda con mucha más solvencia que la mayoría de los autores identificados actualmente con esta corriente narrativa. Sin pretensiones académicas ni elogios de autores consagrados, Jaime Bayly demuestra con El niño terrible y la escritora maldita que, para que la autoficción funcione, al narcisismo hay que agregarle al menos un poco de talento literario.

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