No ficción


El chileno Alberto Fuguet (Santiago, 1964) apareció a mediados de los noventa como el más destacado representante de llamada “Generación McOndo”, un grupo de jóvenes narradores latinoamericanos que (como anuncia el irónico nombre) pretendía alejarse de las propuestas literarias del boom y el realismo mágico para asumir otras más modernas y “globales”. Desde entonces Fuguet ha desarrollado una irregular obra, con algunas novelas destacables —Tinta roja (1998) y Missing (2009)— y largos silencios, periodos dedicados a su otra gran pasión creativa: el cine (es guionista, director y productor). Después de cinco años, Fuguet vuelve a la novela con No ficción (Random House, 2015), un singular relato “dialogado” que explora los límites de la ficción autobiográfica, tan de moda en estos tiempos.

Esta novela está constituida básicamente por las conversaciones que sostienen Alejandro y Renzo, dos chilenos entre los cuarenta y cincuenta años de edad, quienes vuelven a encontrarse después de varios años, tras haber sostenido una larga y estrecha amistad, casi una relación de pareja. Alejandro es un poco mayor y un evidente alter ego del autor: un escritor y cineasta exitoso, irreverente y polémico. Renzo fue ayudante de Alejandro y después su mejor amigo durante ocho años; tiene muchos problemas personales y un pasado oscuro (fue abusado sexualmente en la infancia) que no le permite asumir su homosexualidad. Por eso, a pesar de que dormían juntos y que incluso sus padres los asumían como una “pareja”, cuando Alejandro quiso consumar la relación, Renzo tomó la mayor distancia posible.

Fuguet comete varios errores literarios al narrar esta historia. En primer lugar, utiliza única y exclusivamente los diálogos entre los protagonistas. Aunque en los inicios de la novela hubo algunas obras “dialogadas” —como La celestina (1499)— pronto los narradores abandonaron este subgénero, por sus limitaciones literarias, pues obliga al autor a escribir imitando la “oralidad” de sus personajes. Y eso es precisamente lo que pasa aquí: los lectores nos aburrimos pronto de la jerga y muletillas de estos hipsters santiaguinos, y de la pobreza de su lenguaje. A eso se suma lo reducido de los sucesos narrados (lo contado en el párrafo anterior y algunos pequeñas historias secundarias), lo esquemático y estereotipado de los personajes (el hombre liberado y el homosexual reprimido), y hasta lo aburrido y predecible de las conversaciones. No se logra nunca la intensidad dramática de los diálogos de las buenas obras teatrales.

La crítica chilena ha sido muy dura con esta novela. Patricia Espinosa ha dicho “No ficción, lejos la peor obra de Fuguet,… hace suyos todos los tics de la mala novela rosa, aquella donde chorrean las declaraciones amorosas, los celos, los coqueteos las desconfianzas y los malentendidos”. Otro crítico se centra en los problemas de los diálogos, que en las primeras páginas resultan interesantes, pero después “… tienden a perder fuerza, a sonar majaderos, y solo generan momentos débiles en la historia”. No obstante estos comentarios, la novela ha despertado mucho interés en los lectores y los medios de comunicación; aparentemente por su tema, pues con ella su autor estaría “saliendo del clóset” y admitiendo públicamente su homosexualidad. A esos lectores habría que recordarles que, en palabras del propio Fuguet, “No ficción es una ficción y como toda ficción tiene mucho de no ficción”.

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