El cazador ausente


El escritor Alfredo Pita (Cajamarca, 1948) ha incursionado con éxito en casi todos los géneros literarios. Se inició ganando el Premio Poeta Joven en 1966, con el libro Hacia los valles, y después se hizo de un sólido prestigio como cuentista, con los libros Y de pronto anochece (1987) y Morituri (1990). Pero sin lugar a dudas su obra más importante es la novela El cazador ausente (1995), un policial protagonizado por un ex guerrillero peruano de los años sesenta, ganadora del Premio Internacional de Novela Las Dos Orillas (España, 1999) y que ha sido traducida al francés, italiano y portugués. Con motivo de su vigésimo aniversario El cazador ausente ha sido publicada de nuevo en nuestro país en una edición conmemorativa, un buen motivo para reencontrarnos con esta buena novela, un verdadero testimonio generacional.

Con muchas alusiones a los poemas Homéricos y la mitología griega en general, Pita nos cuenta en este libro la historia de Arturo Pereda, un peruano que regresa al país después de pasar quince años en Europa. Su largo exilio se debe a que formó parte, a fines de los años sesenta, de un círculo de estudiantes universitarios de izquierda y políticamente comprometidos; un grupo que apenas pasó a la acción guerrillera fue (a partir de una delación) capturado y disuelto por la policía. Pereda regresa al Perú por motivos laborales (es fotógrafo de una publicación alemana), pero el reencuentro con sus viejos compañeros lo lleva hacia el pasado, a tratar de descubrir quién fue el traidor dentro de aquel círculo. Un gran problema de conciencia para ellos, que entonces culparon y ejecutaron a un compañero inocente.

El retorno de Pereda se produce justo cuando se están viviendo en el Perú los peores momentos de la violencia senderista. El contraste entre la aventura casi romántica de su juventud y la crueldad de las acciones de las que llega a ser testigo en su visita al país es uno de los mayores aciertos de la novela. Otro es el de traer a la luz toda la red de espionajes y de intrigas que tienden organizaciones extranjeras, como la CIA, alrededor de nuestros movimientos políticos. Y también mostrar que las valoraciones son siempre relativas: quien hoy es considerado un héroe y ejemplo para futuras generaciones, puede haber sido en realidad un traidor que vendió las vidas de quienes confiaron en él.

Pero el autor ha preferido dar más énfasis en su novela tanto al retrato de la generación a la que pertenecen tanto él como su protagonista como a los aspectos más personales e íntimos del retorno de Pereda: los reencuentros con amigos, familiares y amantes; la recapitulación y crítica de sus actividades de juventud; las visitas a lugares relacionados con su vida pasada (los bares, la universidad, las plazas públicas). Lamentablemente Pita no parece tener la penetración psicológica necesaria para esta labor, a lo que se suma que el relato, especialmente en los últimos capítulos, cae en ciertos excesos propios de la novela policial, privilegiando el interés de la trama sobre la verosimilitud de las acciones.

El cazador ausente intenta explicar la violencia política en nuestro país desde la perspectiva de la generación del sesenta. Una propuesta que Pita continuaría y ampliaría muchos años después en su novela El rincón de los muertos (2014). Ambas novelas son, según la crítica, “libros claves para entender los momentos que vivió el Perú en los años ochenta y noventa del siglo pasado”.

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