Todo queda en casa


Cuando a la escritora canadiense Alice Munro (Ontario, 1931) se le otorgó el Premio Nobel de Literatura 2013 ya era una escritora mundialmente reconocida, especialmente por los propios escritores, gracias a su valiosa producción cuentística. Autora de doce libros de relatos —desde Dance of the happy shades (1968) hasta Dear life (2012)— suele ser considerada “la Chejov” de nuestros tiempos. Hace poco Munro decidió dejar la creación literaria, y a manera de despedida publicó una amplia antología con lo mejor de su obra: Todo queda en casa (Random House, 2015).

Los cuentos de Munro son relatos extensos, en los que se recrea la tranquila y apacible vida de las ciudades pequeñas de Canadá. Las historias, sin dejar de ser interesantes, casi nunca contienen hechos violentos ni sangrientos. Y si los tienen, pasan a un segundo plano, porque el verdadero interés de Munro es presentar, de manera sutil y sin caer en melodramas, el mundo interior de sus protagonistas: sus afectos, emociones y sueños. Así sucede, por ejemplo, en el cuento “El amor de una mujer generosa”, en el que la enfermera Enid, ante la certeza de que el nombre que ella ama ha cometido un asesinato, le da la oportunidad de matarla sin dejar ninguna huella.

Son muchas las virtudes de estos cuentos: las descripciones, que proporcionan la atmósfera y el ritmo precisos para cada relato; el riguroso manejo del “punto de vista” de las protagonistas; y el contenido desarrollo de las tramas, que muchas veces omiten el desenlace final. Los 24 cuentos reunidos en Todo queda en casa (una antología en dos volúmenes y casi 1,200 páginas) son la mejor puerta de ingreso al fascinante universo literario de Alice Munro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Señor Agreda: espero que usted reseñe-critique la novela de Yrigoyen evitando amiguismos y franelería. Esperemos.