Infiernos mínimos


El escritor y profesor universitario Jorge Valenzuela (Lima, 1962), es considerado uno de los más representativos narradores de la generación del ochenta, continuador de la línea cuentística más clásica y tradicional, aquella que va desde Clemente Palma y Valdelomar hasta Julio Ramón Ribeyro y Guillermo Niño de Guzmán. Empeñoso y constante cultor de este género narrativo, Valenzuela acaba de publicar Infiernos mínimos (Campo Letrado, 2014), su quinto libro de cuentos.

Como ya ha señalado la crítica, los cuentos de Valenzuela no dan prioridad a los sucesos narrados sino al mundo interior de los protagonistas. Aquí eso se nota claramente en los relatos más extensos; como en “La Corbata”, la historia de un ejecutivo en problemas económicos, quien se ve obligado a alquilar una habitación de la casa en la que vive completamente solo. Igual de solitarios son los protagonistas de “Juntos”, una pareja de esposos que tiene que buscar, cada uno por su cuenta, amigos a través de Internet, para salir de su opresivo mundo doméstico. Son relatos “de atmósfera” y con desenlaces previsibles.

Pero los mejores cuentos de Infiernos mínimos son otros, aquellos centrados en “pequeñas pero convincentes escenas sobre el desarraigo, la soledad, los desencuentros y la violencia”, según afirma Carlos Yushimito en la contraportada del libro. Es el caso de “El reencuentro”, el primero y claramente el mejor de estos seis cuentos, y también de “El enemigo insólito”, aunque este se pierde un poco en especulaciones metaliterarias. Infiernos mínimos es un conjunto de cuentos bastante disparejo e inferior a otros libros de Valenzuela, como Horas contadas (1988) y Juegos secretos (2011).

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