El hombre de la azotea

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Abelardo Sánchez León. El hombre de la azotea (Alfaguara, 2008)

El sociólogo y escritor Abelardo Sánchez León (Lima, 1947) es uno de los mejores poetas peruanos surgidos durante la década de 1970, junto con Enrique Verástegui, José Watanabe y los integrantes del grupo Hora Zero. Paralelamente a su obra poética (que a la fecha abarca diez libros), ha escrito una también importante serie de novelas –Por la puerta falsa (1991), La soledad del nadador (1996) y El tartamudo (2002)– en las que es posible encontrar, tras las tramas, las observaciones y reflexiones del sociólogo. Sánchez León acaba de publicar una nueva novela, El hombre de la azotea (Alfaguara, 2008), en la que por fin se decide a poner en primer plano el mundo de los investigadores sociales peruanos.

El protagonista de esta novela es Gustavo Ibáñez, sociólogo limeño y directivo de una de las más importantes ONG del medio. Tras largos años de servicio en esa institución, Gustavo es despedido intempestivamente. Pero ese tiempo de trabajo, dedicado más que nada redactar farragosos e intrascendentes “informes”, lo ha llevado a un cierto grado de alienación y a la obsesión por seguir redactando informes. Su esposa Victoria encuentra en ese detalle el pretexto para deshacerse de él (para entonces ella se ha convertido en amante de un joven colega de Gustavo), encerrándolo en la azotea de su casa y proporcionándole todo lo necesario para que se dedique a esa actividad.

El cuerpo de la novela no es otra cosa que ese “informe final” (Gustavo muere antes de concluirlo), en el que se detalla la historia de la ONG –cuyo modelo es una reconocida institución local–, sus actividades, las relaciones personales entre sus integrantes, las intrigas internas por el poder y los pormenores de la captación de recursos provenientes de instituciones internacionales como el Banco Mundial. Así, el relato amplia sus ámbitos y se enriquece con una interesante galería de personajes extranjeros (latinoamericanos y europeos) a los que el narrador bryceanamente denomina con irónicos apelativos como “Mr. Meeting”, “Amor sin fronteras”, “Emma World Bank”, etc.

El repaso de los más de 20 años de historia de esa ONG se convierte en un testimonio del devenir de nuestros intelectuales de izquierda, desde el entusiasmo revolucionario de los 70’s hasta su modernización y reacomodos de fines del siglo XX, ante el triunfo del liberalismo económico e ideológico. Reacomodos que incluyen procesos de reingeniería que hacen desaparecer prematuramente a dos generaciones de investigadores sociales. La honestidad y espíritu crítico de este testimonio se aprecia en los descarnados retratos de algunos de los miembros de esa ONG (con modelos “reales” también fáciles de identificar), su pobreza intelectual o sus reacciones cuando ven amenazados sus ingresos.

Pero Sánchez León no ha encontrado la forma novelesca más apropiada para este interesante material. Por eso la narración resulta demasiado caótica, con personajes que entran y salen (cuyos nombres son también los títulos de los capítulos) sin que se establezcan claramente las líneas directrices del relato; con cambios abruptos que llevan del divertido cuadro de costumbres (las negociaciones internacionales) a los dramáticos diálogos del protagonista con su esposa o compañeros caídos en desgracia. Tampoco tiene la novela un lenguaje propio, pues constantemente está saltando del típico humor limeño ya mencionado a la prosa inexpresiva y disonante con que Gustavo redacta su informe final.

A esos problemas estructurales y de lenguaje, se suma el propio protagonista, pues Gustavo no está a la altura del Benjamín Hassler de La soledad del nadador o el Ernesto Montoya de El tartamudo, con sus complejidades, contradicciones y profunda humanidad. Esta vez el protagonista parece demasiado cercano al autor (por profesión e historia) y esa falta de distancia ha impedido el desarrollo del personaje y una más eficaz utilización de su potencial representativo y simbólico. Sin por ello perder su valor testimonial, El hombre de la azotea representa una ligera caída en la hasta ahora ascendente obra novelística de Sánchez León.
(Artículo publicado previamente en La Primera)


Otros textos sobre El hombre de la azotea: Jorge Paredes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante reseña, como todas las que he leído en este blog. compré en la feria el libro ganador del cope de novela 2007, Como los verdaderos héroes, la he leído, me pareció muy interesante, pero no encuentro hasta ahora ninguna reseña sobre la misma, ni en periódicos ni en blogs. Sería intersante saber la opinión de críticos serios como usted sobre libros premiados, a ver si se anima.
Felcitaciones por el blog

Javier Ágreda dijo...

Gracias por tus comentarios. Con la reciente Feria del Libro se ha puesto en circulación una buena cantidad de nuevos libros y los críticos parece que se están tomando su tiempo en leerlos. Y las editoriales también en distribuirlos. En general desconfío de los premios organizados por las editoriales, pues suelen ser otorgados a algún autor del "plantel" de esa misma editorial, al que quieren promocionar. Pero el Copé no es de ese tipo de premios. Hay que leer esa novela.