El narrador de historias

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Enrique Congrains. El narrador de historias (Copé, 2007)

El escritor Enrique Congrains (Lima, 1932) fue considerado –gracias a libros como Lima, hora cero (1954) y No una sino muchas muertes (1958)–, uno de los mejores representantes del realismo urbano limeño, corriente narrativa iniciada por autores de su generación, la del 50. Sin embargo, a principio de los años 60 abandonó la literatura para convertirse sucesivamente –según cuenta Mario Vargas Llosa– en diseñador de muebles, jardinero, trostkista clandestino y empresario exitoso. Medio siglo después, Congrains retorna a la literatura con la novela El narrador de historias, un extenso relato que combina el género policial con la ficción geopolítica.

La novela está ambientada en el futuro (año 2075) en Mendoza (Argentina), entonces objeto de una disputa bélica entre Chile y Argentina. A esa ciudad llega Cayetano Cómpanis, un narrador oral boliviano, invitado por una universidad para mostrar su arte. Desde su arribo, Cayetano se ve envuelto en sucesos extraños, y varias personas con las que él conversa son asesinadas pocas horas después. Para desentrañar los vínculos entre esas muertes y poderosos personajes políticos, Cayetano cuenta con la ayuda de Nanda, bella izquierdista chilena, con quien tiene un breve romance.

Esta historia, un tanto rara y absurda, es contada por Congrains de una manera lineal y casi en "tiempo real", lo que explica las 560 páginas del libro. Dedica, por ejemplo, más de 60 páginas a narrar una conferencia "filosófica", aunque las ideas que ahí se exponen y que tanto impresionan a los personajes de la ficción, sean más propias de un libro de autoayuda. A ello hay que sumar lo desatinado del comportamiento del protagonista, lo disparatado de las reflexiones del narrador; y lo desconcertante de episodios completos, como la noche que pasan juntos Cayetano y Nanda (cap. 133), o la conferencia de prensa del cap. 149.

El narrador de historias es una novela irregular y excéntrica, con muchos puntos de contacto con el arte naif o el cine de muy bajo presupuesto, como las películas de Ed Wood. Congrains no se dio cuenta que esos 50 años de alejamiento de la escritura le hicieron perder el oficio literario, especialmente el buen manejo de las técnicas narrativas, y que no estaba capacitado para abordar un proyecto tan ambicioso como esta novela. Además, y es lástima, no parece haber contado con asesores ni editores literarios que le hagan notar los errores, las caídas en el absurdo o lo desafortunado de muchas frases.


Otros textos sobre El narrador de historias: La vaca profana, Olga Rodríguez.
Entrevistas: Carlos Cabanillas, Paolo de Lima, Carlos Meneses, Enrique Sánchez Hernani, Carlos Sotomayor, Giancarlo Stagnaro y Johnny Zevallos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no he leído la novela todavía pero me gustaría señalar que apelar a tramas absurdas y, en general, el absurdo per se, no constituyen necesariamente errores literarios. Cuando digo esto no me refiero a surrealismos caducos, más bien pienso especialmente en la narrativa de César Aira, tan aceptada y gustada por los lectores. Ejemplos como el de Aira nos dicen que ya ni siquiera es necesario apelar a una verosimilitud intratextual o decoro interno en una novela, y que lo absurdo puede tener cabida tal cual, sin ningún envoltorio "artístico" que lo haga legítimo. En este sentido, quizá el error de Congrains y de sus editores no haya sido no reparar en lo absurdo de la historia sino en lo que tú señalas: el oficio perdido en cuanto a técnica, la falta de profundidad de los personajes, etc. Creo que Aira ahora, como antes algunos textos de Macedonio Fernández, aunque ligados a lo fantástico, nos muestran que el uso de lo absurdo de Congrains puede ser señal de una búsqueda de parecer contemporáneo y de desmarque ante los 50. Claro que también podría ser simple reflejo de la personalidad excéntrica del escritor.
Hago la salvedad de que normalmente a mí me gustan más las novelas con una trama "no absurda",
saludos