Azul

villena
Nataly Villena Vega. Azul (INC-Cusco, 2006)

Hay varias sub-géneros dentro de los cada vez más frecuentes libros de narrativa escritos por autores adolescentes o muy jóvenes: desde las novelas que siguiendo el modelo “beatnick” cuentan las aventuras de un grupo de jóvenes poetas bohemios hasta los libros de cuentos fantásticos (cuyo modelo son los de Borges y Cortázar) en que los autores “crean” un mundo adulto a partir de sus temores y obsesiones netamente adolescentes. Azul, la novela de Nataly Villena Vega (Cusco, 1975), rehuye esos moldes genéricos para entregarnos de una manera más directa la frescura y originalidad propios de la narrativa joven.

Azul está formado por más de 70 textos breves en los que Teresa, una joven de unos 20 años narra diversos sucesos de su vida cotidiana en una innominada ciudad en el sur del Perú. El hogar de Teresa acaba de desintegrarse (sus padres se están divorciando) y por eso se ve obligada a buscar trabajo y a ingresar al mundo de los adultos. Pero su mirada a ese “otro mundo” está siempre cargada del sentido del sentido del humor, optimismo y espíritu lúdico de la adolescente traviesa que Teresa aún no ha dejado de ser. Y que le permiten escribir divertidas páginas sobre cosas tan triviales como comer “galletas de animalitos” (ver primer comentario a esta reseña).

Como la Amelie de Jean-Pierre Jeunet (con la que tiene tantas semejanzas) Teresa también está descubriendo el amor, y en la novela la vemos con al menos dos enamorados, los hermanos Jean y Olaf. Peo en este aprendizaje los viejos valores tradicionales (matrimonio, fidelidad) han sido reemplazados por otros más acordes con la cultura de hoy y sus íconos provenientes de los medios masivos: rock, televisión, cine, a los que se hace constante referencia en el texto. A pesar de sus accidentados amores, tanto Teresa como Amelie son en esencia personajes solitarios. Villena hace que la propia protagonista ponga en relieve esa característica: “… una frase describía a la soledad como un espacio gris. No sé si es gris… Para mí la soledad es más bien azul. Las cosas que amo tienen un halo azul.

Azul fue elegida como segundo lugar en el Premio Regional Regional de Cultura 2004 por un jurado integrado por Eduado Huárag, Cecilia Moreano y Ricardo Sumalavia. Pero Villena ha confesado que tenía el libro escrito desde diez años antes; acaso ese sea el origen de los errores de redacción y fallas estructurales que han debido ser corregidos posteriormente. No obstante, Azul es una buena novela, una divertida aproximación al mundo de los adolescentes que se inscribe en la línea de la muy lograda El camino de Ximena (2003) del escritor limeño Santiago del Prado.


Sobre Azul se puede leer la entrevista de Nacho Fernández.

2 comentarios:

Javier Ágreda dijo...

Copio uno de los textos de la segunda parte de la novela.

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Jean. J-e-a-n. me cuentas que en tu familia todos tienen nombres en lenguas extranjeras. Tus padres, por casualidad, y tu hermano y tú, por la necesidad de tu madre de sentirse parte del mundo. A mí me tocó el francés, dices ostentoso. Luego me aclaras que a tu hermano le tocó un nombre ruso que nunca te ha gustado. Me cuentas que cuando eras chiquito, te gustaba reunir galletas de animalitos y creer que era un zoológico. Que te fascinaba la sensación de poder tenerlas en tu bolsillo, esconderlas en tus manos y meterlas una a una en el tazón de chocolate. Que era magia verlas perder su dureza y después tocarlas con la cucharilla, para ver separarse las cabezas de los cuerpos, después las patas delanteras y convertirlas luego en una masa amorfa, amorfa pero rica. Y más tarde dormir, para despertarte cada cierto tiempo y sonreír de satisfacción porque ahora tenías al zoológico dentro, los animales peleando, los animales durmiendo, el león, el elefante, la jirafa, los animales más lindos dentro de tu cuerpo, sin poder volver a salir, pero oyendo sus sonidos en tus pequeños eructos, oyendo de pronto un rugido misterioso en tu panza, y tú, sonriente, el dueño del circo, solo en tu habitación, mirando los estantes llenos de payasos, de pequeños trenes, el techo pintado de azul con estrellas doradas, y tu cama la nave espacial que salía a mostrarte mundos nuevos en tus sueños, y después te traía en la mañana, silenciosa, para que al entrar tu madre no se asustara, y te dijera mi rey, dándote besos y besos. Entonces te hacías el que recién se despertaba, y bajabas a tomar el desayuno calladito, mirándolos a todos como tontos, porque tú tenías un secreto mejor que el lapicero brillante de tu padre, mejor que los crayones de todos los colores de tu hermano.

LuchinG dijo...

Amelie es de hace unos cinco años ¿no? Qué bueno que la escribió antes.
Siempre he pensado que el autor no debe creer lo mismo que los personajes, para mi eso les quita realismo, nos hace pensar que el autor cree que sus personajes son perfectos, no porque no sean paranoicos o nerviosos, sino porque son como héroes de una "ideología" propia del autor, que es una de las razones por las que no pude terminar Camino a Jimena, allí cada retazo de lo que le pasa al protagonista es una muestra de su calidad heroica; en Amelie, en cambio, nos enternece que ella se muera de miedo de lo que va a pasar (y de lo que podría no pasar) ¿Se nota eso aquí? Sería una pena, porque el fragmento está bueno.