Cada ovillo, cada cordel

O'Hara
Edgar O’Hara. Cada ovillo, cada cordel (Fauno Editores, 2007)

Doctor en literatura y desde hace años profesor en la U. de Washington (Seattle), Edgar O’Hara (Lima, 1954) se ha mantenido, a pesar de la distancia, como uno de los más constantes y productivos poetas de la generación del 70. Desde sus inicios como fundador del grupo La Sagrada Familia, lleva publicados una veintena de poemarios –desde Situaciones de riesgo (1974) hasta El miedo elige a sus semejantes (2004)– a los que ahora se suma Cada ovillo, cada cordel, uno de sus libros más ambiciosos y personales, y que además presenta una interesante renovación en su ya extensa obra poética.

Los poemas reunidos en Cada ovillo, cada cordel (en total 144) son de naturaleza muy diversa, tanto en las formas como en los temas. En un extremo están los textos de apenas unos cuantos versos, en los que el autor vuelve a elementos simbólicos como el agua, el sol o la noche; en el otro extremo, los textos en prosa, el "papiamento" (una mezcla de jerga limeña, spanglish y palabras "modificadas" por el autor), que recrean episodios de su niñez y adolescencia. Ambos tipos de textos ya estaban presentes en Por el agua oscura (2003), poemario estrechamente vinculado con este, comprendidos su estructura y su extensión (165 poemas).

Si en aquel libro el eje era la reflexión sobre la propia poesía (una constante en la obra de O’Hara), aquí son más bien los recuerdos personales, esos cordeles que conducen al poeta hasta experiencias y personajes de su pasado limeño: desde borrosos amores de adolescencia hasta ese "Apolo créole", viejo poeta bohemio. Pero, sin lugar a dudas, el mayor cambio es la libertad con la que O’Hara ha escrito estos poemas, que le ha permitido desarrollar con más amplitud los juegos de palabras y el humor. Textos como Profeta en su tabernáculo o Simulaciones fronterizas son simplemente series de divertidas bromas.

En la misma línea están las "versiones libres" de poemas de otros autores, en especial escritores de lengua inglesa (Seamus Heaney, Gregory Orr, Jim Harrison, Louis Simpson, etc.), que contribuyen a darle al conjunto una mayor amplitud y polifonía. Es saludable que O’Hara en esta etapa de su obra –iniciada, como señalamos, en Por el agua oscura– deje fluir de una manera torrencial su poesía, aunque esto acarrea otro tipo de riesgos, como la dispersión o la pérdida de calidad poética en algunos textos. Cada ovillo, cada cordel lleva estos riesgos al límite, con todo lo positivo pero también con los excesos y caídas inherentes a esta opción literaria.


Sobre Cada ovillo, cada cordel se puede leer la reseña de Enrique Sánchez Hernani y las entrevistas de Gonzalo Pajares y Carlos Sotomayor.

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